Ok, ponerle precio a nuestro trabajo es un verdadero desmadre, reto, una gigante batalla

entre convicciones, conveniences, ideales, intereses, es como si tuvieramos que caminar todos

los días en una cuerda floja, que nos hace avanzar sobre un precipicio donde tú tienes

que mantener el equilibrio entre la rentabilidad o perder el cliente. Esta batalla personal de

ponerle precio a nuestro trabajo es una de las batallas más importantes del individuo.

Y tristemente nos cuesta muchísimo ponerle precio porque estamos descalibrados. La mayoría

de las personas suele ser muy reactiva a la pérdida, no a la ganancia. ¿Qué quiero decir

con esto? Da un momento voy a tratar de explicarme mejor. Las personas somos más propensas,

por ejemplo, a considerar una rebaja muy rápido, porque queremos ganar muy rápido

con un cliente, o por no perder un cliente, o peor aún, por ganarle a un competidor,

¿verdad? ¿A qué voy con esto? El primer paso para poder mejorar nuestra

valuación en un mercado, tal vez, sea poner a un lado el precio, por un momento, olvidarte

del precio y poner la mira en el valor de lo que tú estás ofreciendo. Ya sé, ya sé

que todo el mundo va y te dice, agrega valor, agrega valor, un producto, el negocio,

la sociedad, etcétera, pero la verdad es que pocas veces sabemos cómo agregar valor,

o a lo mejor sabes cómo agregar valor, pero no te quieres dar el tiempo, porque quieres

mandar el presupuesto ahorita. Y eso hace que te persiga este terror de que alguien va

a cobrar menos que tú y ya te está ganando el cliente. Tristemente queridos, cada

día que vamos avanzando pues en esta sociedad te vas dando cuenta que la mayoría de las

personas desvalorizan la calidad, los talentos, el valor, etcétera. Pero para mí hay una

clave que te ayuda a comprender el valor de tu trabajo. Y esa clave casi siempre está

en la necesidad que tú estás llenando, o sea, la necesidad que tú estás satisfaciendo

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