Esto rambulante soy Daniel Alarcón.

Hoy empezamos en la plaza argentina.

Ahí nació la periodista María Candelaria Chamun, hace 43 años.

Y ahí pasó toda su infancia.

Una infancia feliz, pero plagada de médicos, estudios y remedios.

Recuerde una rutina en particular que solía ser los sábados.

Les acaban sangre, luego tenía que caminar una hora sin parar

y le volvían a sacar más sangre. Entonces, mi papá había diseñado como un especie de juego para poder incentivarme a que

yo caminara, que era por cada cocoque veíamos en el camino, mi papá me comproba un paquete de

figuritas.

Esperaba que así estuviera distraída y no le pidiera que la cargara cuando ya estaba cansada. También tenía que juntar orina en un frasco, hacer cerradografías de manos para corroborar

el crecimiento y tomar una medicación religiosamente a las 5 de la tarde. Sus padres

serían que importarla de Estados Unidos porque en Argentina no se conseguía.

Y aunque el tema de su salud era algo que estaba siempre presente, sus papás nunca le explicaron claramente qué era lo que tenía, o al menos no

le explicaron todo.

Sabía que tenía una enfermedad que afecta a las clándulas superrenales.

No mucho más.

Era como esa rotulo, la salud de Candé, pero sólo eso no, la salud de Candé había

como un mando de silencio un poquito más allá de ese rotulo.

Al comienzo de la adolescencia, llegó la primera operación de la que

tiene recuerdos. Fue a sus 13 años en Buenos Aires. Su papá migué la había muerto un año antes y con

su mamá, a la que le decía en China, debieron enfrentar la situación en medio del duelo. La verdad

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