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🗓️ 14 November 2025
⏱️ 41 minutes
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Escuchen el episodio completo de 7 HISTORIAS DE CASAS EMBRUJADAS que grabamos en vivo en la Semana del Podcast de Amazon Music aquí:
En este episodio nos adentramos en algunos de los temores más profundos que esconde la vida cotidiana: los pasillos del metro, las casas aparentemente tranquilas y los caminos rurales que conocemos de memoria.
Tres personas, desde rincones muy distintos del país, comparten experiencias que nunca pudieron explicar del todo… encuentros que parecían imposibles y que, sin embargo, dejaron una marca que todavía cargan consigo.
Una psicóloga recibe una visita inesperada que parece seguirla más allá de la puerta de su casa. Una joven que viaja diario por Indios Verdes descubre que no todas las presencias del andén pertenecen a este mundo.
Y desde Yucatán, un testigo narra lo que encontró en el monte una noche en la que la oscuridad cayó demasiado rápido. Son relatos distintos, pero todos hablan de eso que a veces se asoma desde la otra orilla.
Eso que aparece cuando menos lo esperamos. Prepárate para un episodio que se queda contigo… incluso después de apagar la luz.
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| 0:00.0 | Les voy a pedir que se den la oportunidad de escuchar. Estamos en una zona muy rica en historias y en leyendas. Así que les invito a dejarse llevar a través de estas siete historias de casas enbrujadas. Ya están escuchando relatos de la noche. ¡Uuuu! Hola comunidad. Me llamo Andrés Martínez, y hace un par de años tuve que regresar a mis ochimilco por algo que no esperaba. La muerte de mi tía clara. Ella fue la última en vivir en la casa de mis abuelos, y cuando falleció la casa se quedó completamente sola. En una construcción viejita de adoo y tejas rodeada por un terreno amplio donde alguna vez se sembró. Ahora lleno de hierbas crecidas que solo paraban en un corredor de tierra que rodeaba la casa. No estaba lejos de los canales. No había vuelto desde niño, pero por razones prácticas y para cuidarla decidí quearme allí mientras encontrabamos y arreglábamos los papeles de la herencia. Pensé que sería sólo uno, dos noches. Todo siempre estuvo muy en orden así que no creí que se fuera a llevar más. La primera noche fue extraña y no porque pasara nada sino por el silencio. El tipo de silencio que ya no existen la ciudad y que me parecía tan extraño de nuevo, tan ajeno. Se escuchaban los crillos, un perro lejano y el viento colándose por las rendijas de las ventanas de madera. Estaba costado cuando de pronto, escuché pasos en el corredor alrededor de la casa, pasos lentos y mediorestrados, cansados. Quizás no me lo van a creer, pero eran exactamente como los pasos de mi tía clara, con su pierna mala, cuando caminaba las noches para revisar que todo estuviera en orden. Pensé que era mi imaginación, que estaba sugestionado por volver a un lugar que no pisaba desdecía más de 20 años y nada más, pero la segunda noche pasó lo mismo, sólo que esta vez los pasos no se detuvieron a dar la vuelta completa. la, los pasos se quedaron un momento justo afuera de la ventana de mi cuarto. No me trevía moverme, no me trevía voltear, no quería comprobar que había alguien ahí. Sólo me quedé con la cobija hasta la nariz, escuchando cómo después de un rato se alejaban. |
| 3:07.4 | La tercera noche decidí no dormirme. Bueno, quiero pensar que lo decidí. Lo cierto es que de todas formas no iba a poder hacerlo. Apague todas las luces, pero solo me quedé sentado en la sala, recordando, jugando con una la interna pagada en la mano. La casa crujía como siempre, hasta que escuché, esta vez muy claramente, el chérrido de la puerta trasera abriéndose. No fue un golpe de viento, no fue un animal, fue el sonido preciso de la la traba levantándose y la madera abriendo celentamente. |
| 3:27.3 | Corrí con la interna, encendí todas las luces y no había nada. La puerta estaba cerrada como siempre. Revise cada rincón, cada ventana y todo estaba intacto. Me quedé un buen rato despierto, sin atreverme para ver las luces. Por lo mañana me preparé un café y salía a tomarlo afuera con el sol de la mañana. Ahí? Ahí fue cuando vi las huallas. Guallas alrededor de la casa. Eran guallas escalsas, marcas de lodo. Como si alguien hubiera llegado del canal y hubiera caminado sin limpiarse los pies. Llegaban hasta la puerta de la casa y ahí desaparecían, como si hubiera entrado. No volvié a quedarme otra noche en esa casa. Cada noche ahí las cosas que pasaban subiendo intensidad y aunque quería mucho a mi tía, de verdad dudaba que lo que se estaba manifestando, aunque se escuchara como ella, fuera realmente su fantasma. Areglé lo que tenía que arreglar, alguien más se terminó quedando con la casa. Yo regresé a mi departamento a la ciudad, a mis fuidos en la calle permanentes. Y tal vez mi historia sería más interesante, pero no me atrevía a quedarme. Aún así, espero que les haya gustado este pequeño relato. Bien comunidad, a la siguiente historia, le hemos titulado la casa que me da y nos le envía Julio Emanuel Abilán y dice lo siguiente. Hola comunidad, les quiero contar lo que nos pasó hace un par de años cuando me pareje y yo decidimos dar uno de los pasos más grandes de nuestra vida, |
| 5:25.5 | comprar una casa. No era muy ricos ni nada por el estilo, simplemente habíamos ahorrado durante años y cuando por fin vimos que teníamos la oportunidad nos lanzamos. Vivíamos en un departamento pequeñito en la Narvarte, de esos que parecen más grandes en las fotos internet era bonito sí pero ya no cabíamos. Ya teníamos en la cabeza la idea de formar una familia y queríamos más espacio, un lugar que pudiéramos arreglar a nuestro gusto, que fuera verdaderamente nuestro. Después de meses busqueando encontramos una casita ni está calco. No era moderna ni mucho lujosa, pero tenía algo que nos gustó desde que cruzamos la puerta. No sabré explicar exactamente que era. Tal vez que Olía casavieja, a madera, a historias, tal vez Olía como la casa donde crecía. Tenía dos cuartos, un pequeño patio trasero y una ventana en la sala que dejaba entrar la luz en la tarde de una forma muy bonita. Y creo que por eso nos decidimos rápido, era perfecta para nosotros. Las primeras semanas fueron felices, agotadoras pero felices. Pintamos las paredes, acomodamos muebles que nunca habíamos tenido espacio para usar, recibimos amigos y familiares que nos felicitaban, todíban muy bien, pero desde el principio hubo detalles, detalles pequeños, pero que empezaron a llamar nuestra atención. La primera semana notamos que sin importar cuántas veces cerraramos la puerta de la recámara, siempre amanecía entra abierta, no de parenpar, no completamente abierta, solo entra abierta, como si alguien lo hubiese abierto para asomarse en la madrugada, como para vernos dormir. Pensamos que tal vez no lo cerrábamos bien o que el marco estaba chueco como pasa con casas viejas. Mi pareja hasta le puso un pequeño seguro por dentro, de esos sencillos para evitar que se estuviera abrindo sola, pero no sirvió. Una noche nos despertamos que hacia el mismo tiempo, como si un rizo suave no se hubiera llamado, eran las cuatro de la mañana. Me acuerdo |
| 7:46.2 | perfecto porque volteaba el reloj. Y ahí estaba la puerta, abierta otra vez, en ese mismo ángulo exacto de siempre. No escuchamos pasos ni nada más, solo el silencio de la madrugada. inquietante pero intentamos no dar la importancia. |
| 8:07.6 | Pero después... después vino el olor. Un olor a madera quemada que aparecía únicamente en las madrugadas. No era constante ni llenaba toda la casa. Era como si una brisa al otra gera de algún punto específico y luego desapareciera. Buscamos por todos lados, la estufa, las instalaciones eléctricas, los muebles viejos, no encontramos nada. Y luego la ventana. Una ventana del pasillo que siempre cerravamos con seguro antes de dormir y que sin falta empezó a amanecer abierta. No me dio abierta, no estaba rota, amenecía abierta, como si alguien lo hubiera desbloqueado desde adentro. De ella incluso cambiamos el seguro por un nuevo pensando que el anterior estaba dañado, pero no sirvió de nada. Al principio nos reyemos nerviosos, como hacen muchas personas cuando algo no tiene explicación lógica, pero con el tiempo esa risa se fue apagando. La sensación que empezó a crecer no era de miedo de película. Era más bien esa incomodidad silenciosa que se instala en tu rutina, como si |
| 9:27.6 | alguien más estuviera ahí, compartiendo la casa con nosotros, pero sin mostrarse. |
| 9:35.1 | Un día hablando con los vecinos, notamos algo raro. Cada vez que mencionábamos la casa donde |
| 9:41.3 | vivíamos, cambiaban de temas simplemente, decían así la casa de la esquina, pero no decían nada más. No era como esas historias donde te dicen que hay espantan o que nadie dura mucho tiempo en esa casa, simplemente evitaban hablar de ella. Lasta que una vecina mayor, la señora Lupita, me lo dijo en voz bajo una tarde, justo afuera de nuestra clase, platicando los dos cuando mi pareja no estaba, como si algo cambiaran que me lo dijera únicamente a mí. En esa casa un incendio, mi hijo, hace ya muchos años, alcanzaron a pagar casi todo a tiempo, pero ahí se murió en la señora. Dicen que fue la recámara principal, la que da el patio. Por eso nadie de por aquí quería comprarla. O eso se tardó tanto en vender. La señora no lo dijo como quien cuente una leyenda, sino como quien recuerda un hecho, sin adornos, sin drama. Y después de eso, todo tomó un matista diferente. Cada noche, cuando escuchábamos el higerob clic, del seguro sediendo, obvíamos a la puerta a abrirse exactamente la misma hora, no podíamos evitar imaginar que era ella, |
| 11:05.9 | que algo de esa mujer se guía allí, repetiendo sus movimientos, reviviendo la misma madrugada en la que perdió la vida. No la vimos nunca, nuevos sombras caminando ni apariciones espectrales, pero la regularidad, eso fue lo más perturbador. Era como si alguien siguiera un guión que nosotros no podíamos ver. Una madrugada sin saber porque mi pareja despertó de golpe y me dijo, ya viene. Y sí, segundos después, la puerta se abrió, exactamente igual que siempre. Los quedamos en silencios y movernos, el olor amadera que me ha da llegó como una ráfaga. La ventana del pasillo golpeó con un clac a la abrirse y no hubo más. Nunca pensamos en mudarnos, al menos no de inmediato, la cásera nuestra y de cierta forma sentimos que aprenderíamos a convivir con eso. No era una amenaza, era una presencia, era rutina. Y con el tiempo incluso dejamos de cerrar la puerta de la recámara. De alguna forma era peor despertarnos con ella abriéndose, que simplemente dejarla a viertas desde el principio, como ya quería. No se siera una alma penando, no se siera solo una energía atrapada en la repetición de su última noche, lo único que sé es que esa casa nunca estuvo sola, nunca estuvo realmente vacía y que cada madrugada a la misma hora, algo en ella todavía se mueve, como si siguiera intentando que esta vez todo termine diferente. Gracias por escuchar mi historia. Comunidad, esto que quede a escuchar es nuestra participación en la semana del podcast de Amazon Music. Aquí en esa recemos mucho por la oportunidad que nos hicieron de haber convivido con varios varios de ustedes y esperamos que se repita el año que viene. Ahora sí, pasamos al episodio de esta noche. Muy buenas noches comunidades, es un gusto poder estar con ustedes esta noche y de verdad espero encontrarles bien, de buen humor y si ese no es el caso que se pierdan un poquito en las siguientes historias. Recuerden que el terror siempre es un buen un pretexto para escapar, aunque sea por un momento de los problemas de allá fuera. |
| 13:48.4 | Tenemos historias. Recuerden que el terror siempre es un buen pretexto para escapar, aunque |
| 13:45.2 | sea por un momento de los problemas de allá fuera. Tenemos historias muy distintas entre si el día de hoy, así que creo que hay un poco para todos, y estoy seguro que este será uno de esos episodios que se quedará como ustedes, al terminar. Quizás, hasta sus sueños, apaguen la luz y dejense llevar, ya comienzan relatos de la noche. Hola, soy Paula, no solo escribir esta tipo de cosas, pero hace unos meses en paso algo que todavía no logre entender del todo. Soy psicóloga y confieso que escucho relatos de la noche pero solo para relajarme. Nunque ha sido creyente de lo paranormal, pero esta experiencia no sabré explicarla de otro modo. Todo empezó con un paciente, un niño de siete años llamado Caín. Sus padres lo habían llevado terapia porque tenía problemas para socializar. Era reservado, callado, y a veces parecía vivir en su propio mundo. Pero cada vez le costaba más, cada vez era masério, los pocos amigos que tenía lo se había perdido. Durante las primeras semanas apenas hablaba, se sentaba, dibujaba algo, y si le hace una pregunta me respondía con una palabra o dos, pero poco a poco fuimos avanzando. Lo logró contarme sobre sus coelas, sus compañeros, sus juguetes, y aunque sus padres decían que en casa seguía siendo callado, conmigo empezó a soltarse. Un día cuando se acercó a despedirse como hacía después de cada terapia, me dijo algo que me pareció muy termo, sin imaginar lo que vendría después. No puedo dormir, me dijo bajito. Le pregunté si tenía pesadilla o si escuchaba ruidos en la noche. No, contestó. Solo no puedo dormir, y no me gusta porque siempre estoy cansado. Le prometí que trabajaríamos en eso la siguiente semana, que íbamos a hacer algunos ejercicios para que pudiera descansar mejor y rendir más en escuela. Me acuerdo que se fue feliz despidéndose con una sonrisa y casi esto es seguro que fue la primera vez que lo vieson reír. Me animo mucho. Ese noche llegué a casa de Guana si no metí a bañar. Hija mi esposo que había sido un buen día, que encargaramos algo rico para cenar y viéramos una película. Y él se puso en eso mientras yo tomaba una larga tucha para relajarme. Entre el ruido del agua escuché que alguien tocó el timbre, allá fuera, en la reja del jardín. Luego escuché la voz y mi esposo saludar a los lejos. ¿Buenas noches? Hubo una pausa. Sí, buenas noches. Volvió a decirlo, como si hablara con alguien que no le contestaba. No pensé nada raro ni me preocupé, seguí bañándome. Cuando salí le pregunté quién era. Una señora me dijo, que señora no se venía vestido raro, casi como se fueron |
| 16:50.8 | a Catrina, como un vestido rojo y un sombrero rojo también, como si fueron a fiesta disfraces. Le pregunté si le había dicho si quería algo o si dejó algún recado y me dijo que no, que solo se quedó parado un momento como si esperara algo, y luego simplemente se fue. Yo no le di nada de importancia, creo que solo me reí porque de hecho mi esposo me lo contó sonriendo. Un rato después llegó a la cena que habíamos pedido y nos olvidamos el asunto. Exactamente un ese mano más tarde volvía a ver a Caín, entró callado, distinto, se sentó frente a mi con los hombros encogidos. Le pregunté cómo se había sentido, si había podido dormir mejor, y me dijo, ella no me deja, se nojó mucho. pedíí que me explicar, pensé que se refería a su mamá pero no, la señora dijo, la señora que vive en las paredes, esté nojada, dijo que le escuchaba hablarle todas las noches, que lo esperaba para pedirle que salieran a jugar al patio, segúnún él, ella se metía por una grita en la pared, y a veces escondía debajo de la cama cuando llegaban sus papás. Le pregunté a su mamá sobre eso, pensando que tal vez había visto una película o está usando su imaginación. La señora me dijo que ya conocía su historia, que desde el año pasado Caín hablaba de una amiga que vivía en las paredes. Me dijo que pensaron que era solo una etapa, una amiga imaginaria. Cuando le pregunté a Caín cómo era su amiga, le dijo que era una señora de vestido y sombrero rojo, le dijo que podía dibujarla para mí, pero le pedí que no lo hiciera, le dije que no era necesario y es que como se imaginarán cuando me dijo como se veía, medio un escalofrío de solo imaginarla. No sé si fue coincidencia pero en ese momento me quedé sin palabras. Recorde a la mujer que había tocado mi puerta la semana anterior. La imagen que me describió el niño era la misma que me había contado mi esposo. Tratando de mantener la calma le pregunté a que hay más detalles y él solo dijo, a mí no me da miedo, pero a veces me dice que la compaña, que afuera está más bonito. Y después me preguntó, pero verdad que ella no te pueda hacer nada a ti. y esa pregunta más sacó de balance. Intenté estimular, cambié de tema, pero me costó trabajo continuar la sesión. Dos semanas después los padres dejaron de llevarlo. Dijeron que había tenido problemas económicos y que los retomayan más adelante. No supe más de ellos. A veces pienso en él, en cómo justo cuando empezó a hablar, cuando parecía estar mejorando todo, todo se de todo de repente. No sé si la mujer del vestido rojo fue una coincidencia, o si de verdad había algo muy raro ahí, pero me quedó el miedo, por más y real que yo sé que es, por más absurdo que suena. Y cada vez que escucho que tocan a la puerta en la noche, espero que sea cualquier cosa. Menos ella. Me llamo Isla, vivo en San Pedro, Shalustok, en Ecatepec y trabajo en un oficiene en el centro de la ciudad de México. Llevamos haciendo el mismo recorrido todos los días, salvo de mi casa cuando todavía estoscuro, tomó una conviesta de indios verdes y de ahí el metro. Entre semana mi vida es eso, el ruido del tráfico, el olor gasolina, agraza quemándose, la fileterna para subir al transporte, la multitud que parece despertar todo del mismo tiempo. ¿Quién es? Viajamos así, sabemos que el metro es otra ciudad, una que empieza a moverse antes de la manacer, hay gente que ya va medio dormida, otros se llomnando de pie, otros con la cabeza recargada en el vídeo tratando de recuperar unos dinutos de sueño. Yo solo quedarme callada con los sotifonos puestos, escuchando música o algún podcast, para ser más llevadero el trayecto tan largo. Ese mañana fue igual que todas, o al menos empezo igual. Hacia frío, un frío raro, seco, como si fuera más temprano de lo que era, a veces en esas horas uno siente que el aire del norte baja por el cerro y se mete hasta los huesos, literal, se siente en los huesos, no crean que lo digo por decir. Yo llevaba una bufana de las manos adentro del abrigo, y estaba parada cerca del burda del Andén, esperando el convoy. El lugar estaba llena, apenas que había una mamá, había gente tan apretada que apenas |
| 21:49.4 | podíamos ver los brazos, pero siempre pongo atención a algunas personas, para no sentir que solo somos una masa. Amilado una señora con un canasto lleno de tamales, creo, se iba abriendo paso pidiendo permiso. Detrás de mí un grupo de jóvenes platicaba a mí de o dormidos. En frente un señor intentaba leer un periódico de la tarde de ayer, de esos concrímenes en aportada, todo normal, pero había algo más, a varios metros de mí. No sabría decirte como medicüenta porque con tanta gente uno no distingue nada, pero de pronto mis ojos se fijaron en una figura que sobresalía entre todos. Era una mujer muy alta, despaldas a mí, inmóvil. Medía, no sé, más o menos 90, casi dos metros, era imposible en un tarla. El cabello le caía bajo un velo por la espalda, se alcanzaba ver completamente el asio y oscuro, y usaba un vestido muy largo de esos que ya casi no se ven, como los que usan las personas mayores o de otro tiempo, y lo más raves que no se movía. Mientras todos daban pequeños pasos o giraban para abrirse espacio, y ya estaba firme, como estatua, como si todos le ignoraran, le sacaran la vuelta sin tocarla, se empujaban entre ellos pero ella no, parecía no ser real de lo quieta que estaba. Al principio pensé que tal vez se sentía mal o que estaba distraída, pero luego no te de algo que me dio miedo, la gente parecía pasar demasiado cerca a ella, rosándola y ella no reaccionaba. Ni un movimiento, ni un intento por equilibrarse, nada. Me quedé véndola, tratando de entender si era una persona o si yo estaba viendo mal por la luz o por el sueño. Entonces quiero un poco la que ves en mi dirección, apenas unos centímetros, como para poner su oído hacia mí. Suficiente para que yo sin tierra que me había escuchado, pero a mí por qué, se dirán, si todo estaba lleno de gente, pero sentí que se había dado cuenta de mi presencia, o de que yo le había notado. No lo sé, fue una sensación rarísima, pero la sentí conectada conmigo, como cuando alguien te obseras desde lejos y no sabes cómo, pero lo sabes. Sentí una escalofrida y bajé la vista enseguida, con miedo de que volteara a verme, o de verle la cara, y fingí que estaba buscando algo con mi bolsa. En en ese momento se escuchó el rugido del combo y acercándose por el túnel. La gente empezó a pretarse más, a empujar, a moverse como un solo cuerpo. Yo trataba de concentrarme en eso, en avanzar poco a poco. Cuando la sensación regresó, esa sensación de que alguien me miraba, pero no se sea donde estaba la mujer. Los sentidas de mis izquierdas voltié y ahora ahí estaba, la misma mujer, pero en el otro extremo de Leandén ahora justo frente a mí. Por un segundo pensé que debía estar confundida, que era otra persona, pero no, era la misma, la misma altura, el mismo abrigo, el mismo velo, solo que ahora me miraba directamente, y sonreía, una sonrisa pequeña, contenida, que se faciendo más grande conforme me miraba. Luego levantó la mano, despacio y me saludó, una mano muy delicada, pálida, casi huesuda. Yo no supe que hacer. No pence nada a ser oscuro, y aun así por reflejo le devolví el saludo. No sé por qué lo hice, supongo que pensé que si le respondía dejaría de hacerlo, dejaría de mirarme, pero no. un riso se volvió más amplia, más feliz de que yo la viera. |
| 25:48.8 | Y entonces empiezan a... de hacerlo, dejaría de mirarme pero no. Esas sonrisas se volvió más amplia, más feliz de que yo la fiera, y entonces empezó a notar que había el corraron ella, como si no encajar en el resto de lugar. La luz blanca horrible de la estación rebotaba en la pared, en la gente en el tizo, pero no en ella, era como si estuviera fuera de foco, como si alguien hubiera bajado la saturación de su imagen, parecien blanco y negro. Y mientras la bella empezó a mover la mano con la que me saludaba, señalando hacia mi lado derecho hacia el orilla del Andén, lo hacía reyéndose pero sin sonido, una que se ha cajado en la seguí la dirección de su mano y mire hacia allá, apenas lo hice escuchar los gritos. Un gol pececo como de cuerpo contra metal, el rechinar de los frenos, el leco del túnel. Alguien se había caído a las fias, o la habían empujado o se ve aventado, no lo supene ese momento. |
| 26:45.3 | La multitud empezó a gritar, hacer señas al conductor del metro para que frenara. Un muchacho se lanzó sin pensarlo para ayudar a la señora que estaba tendida sobre las fias, al que decía ver como el combo y frenó unos metros a ellos. Las luces parpadearon, el La iglesia llamó de Lora Freno que más desde los gritos de la gente, la señora y abajo |
| 27:08.2 | gritaba de dolor, tenía la pierna completamente torcida y la sández extendía por el suelo de las vías. Algunos intentaban ayudar, otros solo miraban paralizados, y yo entre todo ese caos regresé la vista a la mujer del pelo, pero ya no estaba allí. No recuerdo bien como salida la estación, solo que caminé sin detenerme con las manos heladas y las piernas temblando. A fuera sí, amas frío que nunca. Revisé cuento dinero traía, por suerte me alcanzó para buscar un taxi y cuando me subí una lento del camino. A mí no. El chofer solo me miró por el retrovisor y me dijo que me veía pálida, que si estaba bien, le dije que sí y claro que mentía, pero no tenía ganas de contar lo que había visto. Todo el día en el trabajo estuve distraída pensando en esa mujer, no en la que se cayó sino sino en la otra, en el mujer del velo, en cómo me había mirado, en la carcajada muda, en el momento exacto en que señaló hacia la orilla justo antes de que alguien callera. No quise contárselo nadie, quién iba a creer, todos me iban a decir que había sido la impresión o o que miemén te mezcló las cosas con el susto. Pero al día siguiente cuando regresé a ellos verdes, sentí otra vez ese frío en el aire. Y ya que me subía el metro, mirá hacia fuera sin querer, hacia el Andén. Entre la multitud por un segundo me pareció verla. Alta. Inmóvil. Con ese mismo vel sobre suquear a lo suficientemente transparente para ver su sonrisa. Cerre los ojos, un respiro a hondo y cuando lo sabrí, ya habíamos avanzado. Ya no estaba, o tal vez nunca estuvo. A veces pienso que esta mujer no me estaba saludando, que estaba tal vez atuirtiéndome de algo o esperando que yo me acercara un poco más al borde del Andén. Esa núchima trevia a contarlo. Llega a casa más tarde de lo normal, cansada, confrió. No comí nada en todo el día pero solo quería llegar a dormir y sin embargo cuando abría la puerta había mi papá sentado en la cocina, comiendo algo rápido antes de irse a trabajar. Que así nunca coincidimos a esa hora. El trabajo de noche y cuando yo llegó normalmente ya se fue. Me sorprendé a verlo ahí, con la chamar apueste la lanchera a un lado. Me saludo como siempre, tranquilo, preguntando cómo me había ido. No sé por qué, pero sentí la necesidad de contar lo que me había pasado el día anterior. Le dije todo. Desde que vía esa mujer alta en la multitud, hasta como la vi un segundo despues muy lejos saludándome, señalando justo antes de que alguien cayara las fias. mi papá se quedó en silencio todo el tiempo. No me entarron pió. Ocerrioni me preguntó si estaba segura. Sólo me escuchó. Cuando terminé esa recargué nacilla y me dijo que no me sustará. Que supiera que en la vida y cosas que uno no puede explicar, pero que eso no quería decir que no se andan reales, como lo que sí podemos ver, tocar. Yo pensé que lo decía para calmarme pero luego me contó algo, algo que él había visto hace mucho tiempo. Fue en 2007, me dijo, también en indios verdes. Esa lie de su trabajo ser que el centro histórico tenía que correr para alcanzar el último tren. Y ha cansado con sueño, y apenas si logró meterse al vagón. Cuando llegó en Dios Verde, se cunso el ojo y a la media noche. La estación se veía prácticamente vacía. Y iba apurado porque tenía que alcanzarla con mi para regresar a Katypeck, mientras más tarde más peligroso. justo cuando cuando bajó a Lendén, vio tres personas para dar cerca del borde. Una señora con bolsa te mandado, un joven y un policía. Los tres estaban mirándose el túnel. Él también se detuvo con curiosidad porque no entendía que estaban viendo. Les preguntó qué pasó. El muchacho joven le contestó que una loca, una mujer muy rara vestida como de antes, se había ventado a las vías, pero que no que yo normal de golpe, sino de espacito, como flotando. Dijo que él y la señora la vieron bajar de espacio hasta quedar paradas sobre los rieles y que después caminó hacia los curidad del túnel. Mi popá no le creyó, pensó que era una broma o que habían visto mal o algo, pero el policía también se veía nervioso. Decía que no quería ser carza a revisar, que si fuera una persona ya habrían escuchado los pasos, o los gritos de cuando se aventó.ien sabe que tanto les sean por radio, un radio tan corriente que no se entendía nada. Mi papá se quedó momento ahí con ellos y no vio nada. No escuchó nada, sólo silencio. Pensó en quedarse pero la curiosidad no le ganó al cansancio, así que les dijo buenas noches y sigo su camino, corriéndose la salida. Cuando ya estaba por salir volteó por reflejo hacia el andén contrario, el que estaba completamente vacío, y ahí estaba una mujer parada junto a la pared, en el límite de l'andén. Quieta, fíjelo, dice que levantó la mano saludándolo, y que él juraría que esa mano no era normal, que eran puros cuesos, me dijo, como una calavera, siguió corriendo si mirara atrás, llegó la casa finalmente temblando pero no se animó a contárselo mi mamá. Al día siguiente en la estación del metro escuchó unos señores haciendo fila, platicando sobre que alguien se había lanzado las fias la noche anterior, justo frente al último tren. Ni papa pensaba que había tomado el último viaje, pero entonces si venía otro más y se preguntaba quién se había ventado, pensó en las señores de las bolsas, en el joven, en la mujer del otro andén, en esas manos de calavera, ella se aventó o ella tenía algo que ver. Me dijo que si por el fuera no hubiera vuelto tomar esa línea, que le dio miedo los primeros días, sobre todo cuando regresaba tarde, pero que después uno se acostumbra, y que eso me iba a pasar a mí tambiénabe decir comunidad que conozco bien la historia de la mujer sonriente del metro, pero esta no es ella. No coincide con la descripción ni con la estación donde se aparece. Esto es otra cosa. un aspecto que se que habita la estación indiosverdes. Gracias por continuar por aquí comunidad y un saludo a toda la gente que usa el metro en especial la estación indiosverdes. Antes de pasar la siguiente historia les pido que se suscriban si no lo han hecho que chequen que sus suscripciones te activa, que sus notificaciones estén activadas para que sean los primeros en llegar y no se pierdan ningún episodio. Recuerden seguirnos también en nuestras redes sociales, sobre todo Instagram y TikTok donde estamos como Arroba, RDLN oficial y como nombre tenemos relatos de la noche nada más porque hay muchas cuentas |
| 34:46.8 | piratas como también aquí en youtube tantas que nos toma tiempo poder reportar las todas pero |
| 34:53.0 | llegaremos por lo pronto no dejen de seguir las oficiales y recuerden que en la descripción |
| 34:58.7 | están todos los enlaces que necesitan para ser parte de la comunidad. Continuamos. Hola buenas noches, Uriel. Me gustaría que contara mi historia. Solo te pido que cambies los nombres de las personas porque aún me llevo con ellos. Mi nombre déjalo, soy Abraham, soy Diego Catán, de un peolito del Oriente cerca de la ciudad de Tisimín, conocida como la ciudad de los Reyes. Hace unas semanas en mi pueblo yo vió con una fuerza extraña, el cielo se veía como punto de caerse. Esa tarde como de costumbre planeaba homicidal rancho, mis amigos julio animateo siempre me acompañan, aquel viernes después llegara a una vercidad morcer y los llamé eran las cuatro de la tarde cuando salimos rumbo al rancho llevamos un rifle y una lámpara vieja el aire olía a tierra mojada pero había algo más un olor agrio como de animal muerto al llegar metimos los animalitos al corral les hemos agua y alimento y pasamos al ares de las abejas. El zombie doradévil ha pagado, como si hasta los insectos sintieran que algo no estaba bien. El tiempo se nos fue rápido, y antes de tardos cuente el cielo lleron a mancha gris sin forma. En Yucatanos cures ese temprano, pero esa noche pareció que era de golpe. Apresuramos el regreso. Julián llevaba a los dos animalitos que casamos a camino. Dos conejos y una chachalaca. Mateo cargaba un desup y el rifle. Caminamos rápido, pero algo no se inquietaba. El silencio. Os escuchaban grillos, ranas, viento. De alguna manera, sólo escuchábamos nuestros propios pasos. A unos dos kilómetros el pueblo está al basurero. Justo cantíamos llegando vimos algo. Dos hombres negras y móviles. Voy a jugar volver de que marca la entrada. No tenían forma clara. No parecían gente gente en animales. Nada, sólo estaban ahí que te citos, como si nos esperaran. Ya vieron eso, dijo Mateo, bajito, no se mueven. Fienzamos que tal vez eran los que cuidan el basurero, así que seguimos caminando, y cuando pasamos algo cerca saludamos. Buenas noches. Hubo un largo momento de silencio hasta que una voz romca contestó. Noches. Y una segunda voz identica repiteó. Noches. Sonó como un eco pero raro, como mal hecho. No se movían para nada, no se veía que respiraran parecían dos estatus que solo estaban ahí, intenté romper la atención. ¿Una lluvia esta semana, no? otra vez la voz Ron que respondió. ¿Sí? y la otraite igual, con la misma entonación. Sí. Se repuso la piel como fría, feo. Y entonces la voz Ronca dijo algo que todavía recuerdo con escalofríos. Si quieren, pasen a tomar un atolito salado. y el otro sin demora repiteó lo mismo |
| 38:25.8 | pasen a tomar un atolito salado |
| 38:29.0 | Juliana me diembroma dijo que sí pero mateo y yo lo de tuvimos y entonces la |
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