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🗓️ 29 September 2025
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Veladores. Guardias nocturnos. Este es quizás uno de sus temas absolutamente favoritos y entendemos por qué. En qué otro trabajo, en qué otro empleo estarías más expuesto a vivir una experiencia paranormal, a volverte protagonista de Relatos de la Noche…
Este episodio va dedicado a todos los veladores, y a toda la gente que tiene que trabajar de noche, mientras la mayoría duermen en la supuesta seguridad de su cama.
Así que prepárense, es momento. Y quédense al final porque la última historia de esta noche es probablemente de las más aterradoras del año.
Cierra los ojos y permítete escuchar y dejarte llevar por los siguientes Relatos de la Noche. ¿Te atreves a escuchar?
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| 0:00.0 | Preguntas de la Ciencia Preguntas, guardias nocturnos. Este es quizás un de sus temas absolutamente favoritos y entendemos por qué. En qué otro trabajo, en qué otro empleo estarías más expuesto vivir una experiencia paranormal, a volverte protagonista de relatos de la noche. |
| 0:48.2 | Este episodio va dedicado a todos los veladores y a toda la gente que tiene que trabajar de noche, mientras la mayoría duermen en la supuesta seguridad de su cama. Así que prepárense, porque es momento, y quédense al final porque la última historia de esta noche es es probablemente de las más aterradoras del año. Cierra los ojos y permítate escuchar. Déjate llevar por los siguientes. Relatos. Dera noche. No puedo decirles en que lugar trabaja exactamente porque todavía tengo conocidos ahí y no quiero meterme problemas, pero les puedo asegurar que la mayoría va a divinar de qué centro comercial hablo. Es una de las plazas más grandes y más conocidas a la ciudad de México y curiosamente también una de las que tienen fama de estar más embrujadas de tener actividad para normal. Eso lo dicen tanto empleados como guardias y hasta clientes que se quedan cuando ya casi es hora de cerrar. Cuando entré a trabajar como un gelante en un turno, pensé que todo eso eran solo historias para sustar a los nuevos. Ya saben que si se escuchan voces, que si se aparezon el señor a los baños, que si los manquíes se mueven solos, cosas así. Pero conforme pasaron las semanas, me di cuenta de que había algo en ese lugar que no se sentía normal cuando caía la madrugada. En el turno, no tornaron a los pocos, cada quien tenía su sección. Mi recorrido empezaban los estacionamientos, subía por los pasillos centrales y terminaba en el último piso, cerca de la zona de restaurantes. Todo esto cuando el centro comercial ya llevaba ahora cerrado, cuando el silencio era absoluto, cuando el único sonido era de alguna máquina máquina de la empieza a lo lejos o el lejo de nuestros propios pasos. Yo desde la primera semana empecé a escuchar cosas, no ruidos fuertes ni espectaculares, voces, nada más, y eso que yo no soy nada sensible a lo paranormal. Escuchaba veces como conversaciones apagadas, muy lejos, como se alguien hablar adentro de las tiendas oscuras. Su vía bajaba, revisaba, nunca encontraba a nadie, nunca encontraba nada raro. Pensaba que tal vez era los hechos de algún radio, algún sonido que se metía de la calle, o hasta el eco de tanta gente que estaba ahí durante el día. Ser posible. Así como dicen que se escuchan niños de noche en las escuelas, que porque dejan a hizo energía. Pero cuando lo comentaba con algún compañero, me decían que ellos también las escuchaban, y que mejor me fuera acostumbrando. Hasta que una noche me pasó algo que no se me va a poder olvidar, una de esas cosas que, aunque tuviera explicaciones lógicas, muy iba a lograr calmarme. De rentra semana, lunes, casi estoy seguro. Poco después de las dos de la madrugada, yo iba terminando mi ronda en el último piso cuando, desde el barandal, píí movimiento en el piso de abajo. Al principio solo vi la siluata de rojo, pequeña, baja, como de un niño o de alguien hechado. Llevaba al concima, como mucha ropa colgada o varias capas encima. Corría muy rápido, si saqueando por ese largo pasillo frente a los locales cerrados. Mi primera reacción fue pensar que era un adron, no por fantasmas, no por historias, por protocolo, así que va a que corriendo por las escaleras apagadas para interceptarlo. Cuando iba a ir al canse a ver casi con su cuidad, que eso se metió corriendo si una de las tiendas se ropa, una de esas grandes que tienes caparates amplios y varias entradas. Cuando llegué ahí, todo estaba cerrado perfectamente. Nada ahí mostraba algún daño o señales se ha versido abierto, al hombre con mi lámpara hacia adentro, todo parecía en orden. Aún así algo me hizo quedarme unos segundos más. Víe un especie de movimiento mínimo, como si algo supiera deslizado ahí adentro. Revise alrededor. No había ninguna otra forma de entrar ahí salvó por las puertas frontales. No se había activado ninguna alarma. Para dejar constancia como siempre hacíamos, saque a mi celular y tomé una foto de la tienda de este afuera, mostrando las puertas cerradas, los escaparates intactos. Era parte del procedimiento por si más tarde el quien decía queaba algo o había al corraron. Una foto como prueba de que todo estaba bien. Luego me dí la vuelta para seguir con el recorrido. Tengo unos pasos pero, aunque no escuché nada, tuve la sensación de que algo se movía detrás de mí. Me quiere… nada. Tu no trafoto más por seguridad antes alejarme. Y así seguí con mi ronda. Al terminar mi torno ya en la mañana, al entregar el reporte a mi supervisor, le mostré las fotos. Le conté lo que he visto corriendo en ese piso y cómo se va metido a esa tienda. No me creyó del |
| 6:05.2 | todo o nada, hasta que vio las fotos. La primera mostraba la tienda perfectamente cerrada, con los maniquies en su posición natural. Rígidos mirando el frente, vestidos con ropa de temporada. la segunda foto, aunque parecía igual, no lo era. |
| 6:27.7 | Él me señaló algo que yo no había notado, uno de los maniquíes había cambiado de posición, en la segunda foto su cabeza estaba girada, parecía mirar directamente hacia donde yo estaba parado, no había forma de que alguien no había entrado, no había larmas, no había registros, no había nada, nadie pudo haber movido ese maniquí, pero ahí estaba la imagen. Mis compañeros me hicieron bromas, algunos decían que era Photoshop, otros que se duraron un juego de sombras, pero yo estuve, y sé que no fue una simple sombra, eso ni siquiera tendría sentido. La sensación de que algo se movió ahí dentro, fue completamente real, además fue la figura que aficorriendo no se me olvida. Seguí trabajando algunos meses más en ese centro comercial, escuché otras voces y tuve otras noches inquietantes, pero nada fue tan claro como esa vez, esa imagen. Esa maniquí que parecía mirarme directamente en medios de la madrugada. Y crea en un centro comercial vacío, a las dos o tres de la mañana, no hay nada más perturbador que la sensación de no estar completamente solo. Mi nombre es Nancy y soy fan de relatos en la noche desde hace más de cinco años. Escucho todo lo que he pisado siempre. A veces en el trabajo, otras en el transporte y muchas, muchas antes de dormir, aunque sé que no debería, porque después me quedo pensando en cada historia. Siempre he creído que muchos de los relatos se parecen a cosas que nos pasaron en mi familia, pero esta no se parecen ninguna. Esta es la que más me ha marcado. muchoante mucho tiempo escuché nada más, pero hoy quiero compartir la historia más fuerte que vivió alguien de mi familia. Es la historia que hizo que mi padre dejar el trabajo de velador después en muchos años. Y aunque nos contó varias experiencias que tuvo en ese lugar en específico, esta fue la masclara, la |
| 8:45.7 | que lo hizo cambiar para siempre. Mi papá trabajó como velador en un yon que durante más de una década, para quienes no estén familiarizados un yon que es un desgoesadero de autos. Enorme espátios llenos secar los chocados, oxidados o desarmados, apilados uno sobre otros, concientos y piezas de valor que se revenden. |
| 9:07.2 | Miles. los chocados, oxidados o desarmados, apilados unos sobre otros, con cientos de piezas de |
| 9:05.7 | valor que se revenden, miles. Este yón que en particular estaban a esa afuera de la ciudad, en una zona bastante inflada. Por el frente daba a la carretera, se alcanzaban a ver las luces de los autos pasando al olejos, pero no había lumbrado público ahí. A la parte trasera digamos que colindaba con un camino de terrasería que se extendía kilómetros hacia el despoblado, colinas ecas, terrenos vacíos, ni una sola casa, nada. De noche, dice hipopaque mirar para atrás, era como ver a un agujero negro. Los intentos robo no eran todos los días pero si frecuentes, sobre todo por detrás, porque la verde era mas vieja y el terreno menos vigilado. Por eso mi papá se ha varios recorridos cada noche. Ahí tenía una 4 y moto vieja que usaba para dar la vuelta completa al perímetro, una lámpara potente, su radio y una macana que cargaba así en el cinturón. Después de tanto tiempo conocí el lugar como la palma de su mano. Sabía cuando un ruido era normal, el metal crujiendo por el frío, por ejemplo, y cuando algo no encajaba. Aquella noche comenzó como cualquiera, era invierno, así que la aire era frío y seco, sobre todo en el semidecierto. Alrededor de las dos y media de la madrugada salió a ser una de sus rondas rutinarias. Amansaba despacio por los pasillos de Chatar, alumbrando entre las filas de autos, verificando candados y rejas, al llegar a la parte trasera de tu volamoto por escuchar mejor, ahí no había nada, ninguna luz, |
| 10:49.2 | sólo el sonido del viento levantando tierra. Por alguna razón le hizo confianza tanto silencio, |
| 10:56.0 | así que se fue a hacer una de las rondas externas, salió del John que rodeó por afuera para ir a |
| 11:02.0 | revisar el camino detrás. Era un terreno enorme así que tardó varios minutos en llegar hasta allá. Y ahí, el humazo oscuro, vio algo muy, muy extraño. Una figura caminando a los lejos, justo por el camino de terrasería. No se trataba de alguien intentando brincar la la varda. Era alguien que arrastraba los pies e iba siguiendo el camino, para leer el terreno del desvuesadero, como si simplemente pasara por ahí. Pero no había ningún por ahí, como les digo no había pueblos ni ranchos ni rancherías ni tiendas, era un camino que no llegaba a ningún lado. Al principio pensó que podía ser alguien perdido, algún borracho que había salido de la carretera y tomado a la vereda equivocada. Así que levantó la lámpara y no enfocó. Era un hombre delgado, sucio, iba descalzo. La ropa estaba tan deteriorada que el pantalón arrastraba contra el suelo, |
| 12:07.3 | ocultándole por completo los pies. La camisa colgaba como si le quedara grande, o como si el cuerpo debajo se hubiera consumido. Las manos le colgaban flasidas a los costados, exageradamente de cadas, casi en los huesos, Y lo más inquietante, no reaccionaba a la luz. Mi papá le gritó. ¿E compa? ¿Quién está haciendo ahí? No hubo ninguna respuesta, lo revitió una segunda y una tercera vez. Nada, sólo silencio, mientras hasta que el hombre se quilla avanzando. El hombre no giro, no aceleró, no hizo ningún gesto, solo caminaba rastrando la tela de su ropa contra el polvo del camino. Mi papá los sitios de espacio en la moto hasta llegar una parte del terreno donde había cámaras de seguridad, así que ahí se sintió con más confianza. Apagó la moto, bajo con calma y se aferró a la macana. La lámpara temblaba un poco en su mano, no porque estuviera asustada aún, sino por ese frío cortante de la madrugada, y empezó a caminar hacia esa figura, iluminando el camino frente a él. El aire detrás del John que era diferente, ahí para nada llegaba ya el ruido lejano de la carretera, solo el viento pasando entre las colinas, y el crujido de sus botas al caminar. El viento sonado distinto, era ese mismo viento que le había hecho salir a revisar. Los reflectoros del younque alcanzaban a lograr esta cierta distancia, unos metros y más allá todo era un negro profundo. Cuando estuvo unos cuantos pasos al cansarlo, el hombre se detuvo, como si hasta ese momento se hubiera dado cuenta de que alguien no seguía, y lentamente, muy lentamente volteó. Mi papá lo contó muchas veces y nunca cambió ni una palabra, no era la cara de un vivo, nos dijo. la luz de la lampa, laatió de lleno en el rostro, y lo que vio fue una cara seca, con la piel pegada al hueso. Las cuencas de los ojos parecían, parecían vacías. La boca se tensaba en un estésio de moelca, no una sonrisa, ni en un grito de dolor, pero en algo intermedio. Y todo en él, la piel, la ropa, la forma de moverse, parecía como si hubiera salido de la tierra, como si fuera alguien que llevará años enterrado. Ni papára se dio un paso, luego otro sin entender nada, sin creer lo que estaba viendo. Finalmente giró y corrió. Saltó a la moto, la encendió y aceleró a toda velocidad. El camino era terrible y lleno de baches y piedras sueltas. La moto casi se voltea dos veces y estuvo a punto de caerse, pero no se detuvo. Ni papá solo quería llegar al entrada. Cuando por fin lo grosso enrolló la reja de golpe, temblando y llamó a la policía. Les dijo que había visto un nombre muy herido, que necesitaba ayuda. Todavía eso era lo que él quería creer. En cuestión de minutos llegó una patrulla y dos elementos. Se fueron todos juntos a revisar la parte trasera. Ellos con internas me papá con su lámpara. Recorrieron todo el camino de terraría. Buscaron huellas, restos, alguna prenda, algo, no había nada, ninguna evidencia de que ese hombre había estado ahí. Lo más inquietante ocurrió al revisar las cámaras, se veía claramente a mi papá en su ronda, deteniéndose, bajando de la moto, alumbrándose al camino y luego corriendo. no se veía nadie más, ni una sombra, ni una figura a los lejos. Nada. Los policías hicieron un reporte informal y estuvieron regresando por varios días, aunque no podían abrir una investigación oficial porque que iban a poner, un hombre sin ojos en un camino de tarasería. Si querían asegurarse de que no hubiera algún crimen real detrás, en especial por todo lo que pasan esta zona del país. Durante días buscaron señales de tumbas clandestinas, de fosas, restos, pero el terreno era enorme, No me he encontrado nada. Para mi papá esa fue la señal. |
| 17:09.2 | Le estoy... rostos, pero el terreno era enorme, nunca encontraron nada. Para mi papá esa fue la señal, la historia que le hizo entender que esas cosas de las que a veces sudaba, que todo lo que había pasado antes, era posible. Poco tiempo después decidió jubilarse. Mis hermanos y yo empezamos a tornarnos para ayudarlo en casa y con los gastos y nunca volvió a trabajar de noche. Crean que de todas las cosas que nos contó y fueron varias, esta fue la peor, de la más nitida, la que lo dejó temblando incluso años después y la que sinceramente, yo nunca que podíos sacar de mi cabeza. Gracias por escuchar. Un saludo. Muchísimas gracias por seguir aquí, ojalá que quede mucha gente porque como les dije, como les adelantaba, la última historia de esta noche es para mí una de las más atarnadoras que hemos recibido en un buen rato. La verdad, yo la puedo imaginar por completo mientras la ley. Suscribense por favor recuerden que son las ayudan mucho y también sus pulgares arriba, sus comentarios si disfrutan |
| 18:26.2 | este contenido es una gran forma de apoyarnos. |
| 18:30.7 | En la descripción están todos los enlaces que necesitan incluido el de libro de relatos |
| 18:35.6 | de la noche. |
| 18:37.6 | Pero ahora se acabó en intermedio. |
| 18:40.2 | Continuamos. Hola comunidad, mía muculean. Esa historia le quiero compartir porque fue algo que lo ocurrió mi abuelo hace apenas un par de años. Aunque él ya no es tan condición de trabajar, todavía recuerda con mucha claridad lo que vivía esa noche y no no fue cualquier noche. Mi abuelo fue maestro la mayor parte de su vida, pero cuando se jubiló su pensiono le alcanzaba, así que empezó a buscar trabajitos, cosas que pudiera hacer para ayudarse. Entre esas cosas, a veces cubría los descansos el velador oficial de un depósito de microbuses en la ciudad. De Comvis, de pequeños camiones de transporte público. Seguro tienen diferentes nombres en cada país, en cada ciudad. Pero hablo de esos viejos y cuidados que no faltan en cada ciudad latinoamericana. El depósito era uno de esos terrenos grandes donde al final de cada día se estacionan esos camiones de transporte público para dejar los guardados hasta la mañana siguiente. Estaba acercado con la mine alta, tenía una caseta pequeña en la entrada y el fondo, una zona más abierta donde se alineaba las unidades. De noche y lugar quedaba en silencio, apenas alumbrado por un par de lámparas, y la focata improvisada que los faladores solían encender para aguantar el frío. Y una noche de invierno, mi abuelo estaba cubriendo el turno, eran casi las dos se cuando llegó el último chofer. Dejó su microbús al fondo, apagó las luces, cerró con llaves su unidad y se acercó un momento platicar antes de irse. Converso que me abuelo unos minutos, cosas cotidianas, nada fuera de lo normal, hasta que se despidió y caminó hacia su carro estacionada fuera. Mi abuelo se quedó solo, cuidando que todo estuviera bien cerrado, y y fue en ese momento al bolter hacia las filas de mi crubus estacionados, que la vio. En la penumbra de una de las unidades más cercanas, casi al fondo de esta, en el penúltimo siento, había una mujer sentada. No era una sombra, no era un bulto, era claramente una mujer, con el caballolado y blanco, la cabeza ligeramente inclinada hacia un costado, como si estuviera esperando, o dormida. El corazón le dio un brinco, lo primero que pensó fue que alguien se había quedado escondido en el microbus, alguna pasajera distraída o peor, a alguien con malas intenciones, así que salió corriendo hacia la salida para alcanzar la hecho fuera antes de que se fuera. Lo interceptó ya cuando el hombre se estaba subiendo su carro. Oiga, le dijo, se quedó alguien en un microbus, una mujer, hasta atrás, eché me la mano pareía sacarla. El chofer lo miró con una calma que no entendió me abuelo, no se sorprendió, no se alarmó. Le dijo, ah, no se preocupe, Don, ya sé que en habla. Eso es algo que se ve aquí a veces, pero no le va a pasar nada, no más no se le queda viviendo directamente, déjelo en paz, cuando de su ronda no meas no vea para esa unidad, ahí déjela, ni abuelo nuente ni a nada, pero el hombre ya se había ido como si el ver ha dicho dicho algo completamente normal. Reverso al depósito con el corazón acelerado. El frío de la madrugada se sentía más fuerte esa noche. Habivó la fogata que los veladores usaban y se sentó frente a ella, tratando de calmarse, pero por más que lo intentaba, no podía quitarse de la cabeza el micropuso donde estaba la mujer. |
| 22:47.0 | No quiso darle la espalda, así que se acomodó de forma que pudiera tener la unidad de frente. |
| 22:54.0 | No fuera hacer que la mujer se bajara. |
| 22:57.0 | Y ahí estuvo, minutos, largos minutos que parecían no terminar. |
| 23:04.0 | Pero las canas se voltear, la necesidad de asegurarse de que se guía ahí, se volvieron insoportables. Finalmente lo hizo, levantó la cabeza hacia el microbuz. La mujer se guía ahí, sentada, inmóvil como antes, solo que esta vez, también lo miraba. Mi abuelo sintió como se le lava la sangre, en medios de los curidad del microboz, los ojos de la mujer brillaban, como si fueran los de un animal reflejándola luz del fuego. Fijos, totalmente fijos, directos hacia él. el miedo fue tan intenso que sintió que el corazón se le quería salir, que liba dar un infarto. Busco sus pastillas de la presión, se levantó de golpe, retrocedió hasta la puerta principal y se quedó toda la noche de pie, envueltan una cobija, temblando más de nervios que de frío. No se atrevió a volver a mirar. Cuando maneció y llegaron los primeros choferes para abrir, mi abuelo fue directo con ellos, les contó lo que había visto y ellos con toda naturalidad le dijeron. Miren, ya le tocó verle en su primera noche. |
| 24:27.7 | Esa historia más que de miedo, estriste. Recontaron que, hacia algunos años, una mujer muy mayora había fallecido en ese mismo micropus. Lleva de regreso a casa por lo tarde, después de trabajar de ser la madrugada, y se quedó dormida de cansancio en el último siento. Pero nadie se dio cuenta de que nunca despertó. Nadie no toque había muerto. La unidad siguió toda su ruta, recogiendo y dejando pasajeros, mientras ella viajaba muerta en la parte trasera. El choferno tomó de extraño hasta que llegó el depósito, ya demadrugada. Fue entonces que se llocuenta que alguien seguía ahí. Y peor, abún, la mujer estaba completamente fría. Había estado ahí todo el tiempo. Quien sabe cuántas horas en silencio? Muerta, con toda la gente ignorándola como cuando estaba viva. Desde entonces algunos veladores y choferes aseguran verla de vez en cuando, dicen que nos agresiva, que simplemente se aparece, como si sigiera esperando llegar a su destino, poder bajarse de ese microbus. En la entrada del depósito junto a la caseta, hay un pequeño altar con veladoras y flores marchetas, es para ella. Cada tanto alguien siendo una vela y le resa, pidiendo por el descanso de su alma. Como les digo comunidad, esto le pasó a mi abolito pero no fue hace mucho, fue apenas en 2023. Y aunque he escuchado muchas historias para normales en mi familia, ninguna nunca me dejó tan palido como que ya tarden que me abuelo cuando llegamos a su casa a verlo, nos contó lo que había vivido |
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