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Simplifiquemos la ortografía | Karina Galperin

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Society & Culture, Technology, Education

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🗓️ 4 April 2019

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Summary

¿Cómo se escribe la palabra ¨ilusión¨? ¿Con ese o con ce? ¿Realmente importa? La doctora en Lenguas y Literaturas Romances Karina Galperin dice que nuestras reglas de ortografía son demasiado complicadas. Entonces, ¿por qué no las simplificamos? En su charla, Karina explica que con unos pocos cambios en la ortografía podemos ahorrarnos mucho tiempo. Ese tiempo se podría usar para desarrollar otras herramientas para comunicarnos mejor. Escucharán a Karina leer palabras que han ido cambiando en su ortografía con los años pero que siguen sonando igual. Aquí la lista de estas palabras: Orthographia: ortografía; Theatro: teatro; Quantidad: cantidad; Symbolo: símbolo. Para más ideas de TED en Español, te esperamos en TEDenEspanol.com.

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Transcript

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¿Cómo se escribe la palabra ilusión? ¿Con ese o con ser? Realmente importa. Bienvenidos al podcast de Ted en español, Soy Charrigar Bulski. La doctora en lengua y literaturas romances, Karina Galperín, dice que nuestras reglas de ortografía son demasiado complicadas. Entonces, ¿por qué no la simplificamos? En su charla, Karina explica que con unos pocos cambios en la ortografía podemos ahorrarnos mucho tiempo. Ese tiempo se podría utilizar para desarrollar otras herramientas para comunicarnos mejor. Escucharan a Karina leer palabras que han ido cambiando en su ortografía con los años, pero que siguen sonando igual. Pueden encontrar la lista de estas palabras en la descripción de este episodio. ¡Vamos a ver, vamos a una pregunta. ¿Hace falta una nueva ortografía? Yo creo que sí, que hace falta o mejor, creo que hace falta simplificar la que ya tenemos. Ni la pregunta ni la respuesta, son nuevas en nuestra lengua. Vienen rebotando de siglo en siglo desde hace mucho tiempo, desde que en 1492, en la primera gramática de la lengua castellana, Antonio de Nebrija sentó para nuestra ortografía un principio claro y sencillo. Así tenemos de describir cómo pronunciamos y pronunciar cómo escribimos. A cada sonido debía corresponderle una letra, cada letra debía representar un solo sonido y las que no representaran ningún sonido debían eliminarse. Este criterio, el criterio fonético, el que dice que tenemos que escribir según pronunciamos, está y no está en la base de la ortografía como la practicamos hoy. Está porque el español, a diferencia de otras lenguas como el inglés o el francés, siempre tuvo una resistencia fuerte a escribir demasiado diferente de cómo pronunciamos. Pero no está, porque cuando en el siglo XVIII se decidió cómo íbamos a uniformar nuestra escritura, hubo otro criterio que guió buena parte de las decisiones. Ese otro criterio fue el etimológico,

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el que dice que tenemos que escribir, según como las palabras se escribieran en su lengua original, en latín, en griego. Y así nos quedamos con haches mudas, que escribimos, pero nos pronunciamos. Así nos quedamos con belargas y de cortas, que, contrariamente, a lo que mucha gente cree, Nunca se diferenciaron en la pronunciación del castellano.

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Así nos queramos con GES, que a veces son ásperas como en GENTE, y a veces suenan suaves como en gato. Así nos quedamos con CES, ESEs y Zetas, tres letras que en algunos lugares corresponden a un sonido y en otros a dos, pero en ninguno a tres. No vengo a contarles, nada que ustedes no sepan por experiencia propia. Todos nosotros fuimos a la escuela. Todos nosotros invertimos grandes cantidades de tiempo de aprendizaje, grandes cantidades de ese tiempo de cerebro plástico, infantil, indicados, en la memorización de reglas ortográficas llenas sin embargo de excepciones. Nos transmitieron de muchas formas implícitas y explícitas la idea de que en la ortografía se jugaba algo fundamental de nuestra formación. Sin embargo, yo tengo la sensación de que los maestros no se preguntaron por qué era tan importante, incluso se hicieron una pregunta previa, ¿ual era la función que cumplía la ortografía? ¿Para qué sirve la ortografía? Y la verdad es que cuando uno se hace esa pregunta la respuesta es bastante más simple y menos trascendental de lo que suelen creer.

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La ortografía sirve para uniformar la escritura,

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para que todos escribamos igual,

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y por lo tanto, no sea más fácil entendernos cuando nos leemos.

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Pero en contraposición con otros aspectos de la lengua,

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como la puntuación, por ejemplo,

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en la ortografía, no hay ninguna habilidad expresiva individual involucrada, en la puntuación sí. Yo con la puntuación puedo elegir cambiarle el sentido a una frase, con la puntuación, puedo imprimirle un ritmo particular a lo que estoy escribiendo. Con la ortografía, no. Con la ortografía está bien o está mal, según se ajuste o no se ajuste a las normas vigentes. Pero entonces no sería más sensato simplificar las normas vigentes para que sea más fácil enseñar, aprender y utilizar correctamente la ortografía. No sería más sensato simplificar las normas vigentes para que todo ese tiempo que hoy les dedicamos a la enseñanza de la ortografía, se lo podamos dedicar a otras cuestiones de la lengua cuya complejidad sí merecen el tiempo y el esfuerzo. Lo que yo propongo no es abolir la ortografía, no es que cada uno escriba como quiera. La lengua es una herramienta de uso común y por lo tanto me parece fundamental que la usemos siguiendo criterios comunes, pero también me parece fundamental que esos criterios comunes sean lo más simples que se pueda, sobre todo porque si simplificamos nuestra ortografía no estamos nivelando para abajo, cuando se simplifica la ortografía no se reciente en nada la calidad de la lengua. Yo trabajo todos los días con la literatura de decirlo de oroleua, garcilazo, acervantes, agongora, que vedo, que a veces escriben hombre, sin hache, a veces escriben escribir con becorta, y me queda absolutamente claro que la diferencia entre esos textos y los nuestros es de convención o de falta de convención todavía en la época de ellos, pero no de calidad. Pero déjenme volver a los maestros, porque son personajes clave en esta historia. Yo mencionaba hace rato esa insistencia un poco irreflexiva con que los maestros nos machacan y nos machacan con la ortografía. Pero lo cierto es que, estando las cosas como están, eso tiene total sentido. En nuestra sociedad, la ortografía funciona como un índice privilegiado que permite distinguir al culto del bruto, al educado del ignorante, independientemente del contenido de lo que se está escribiendo. Uno puede conseguir o dejar de conseguir un trabajo por un H que puso o dejó de poner. Uno puede convertirse en objeto de burla pública por una B mal colocada. Entonces, en ese contexto, claro que tiene sentido dedicarle todo ese tiempo a la ortografía. pero no debemos olvidar que a lo largo de la historia de nuestra lengua fueron siempre maestros o individuos vinculados con la enseñanza de las primeras letras los que impulsaron reformas ortográficas, los que se dieron cuenta que en nuestra ortografía a veces había un obstáculo para la transmisión del conocimiento. En nuestro caso, por ejemplo, Sarmiento, junto con Andrés Vello, impulsó la mayor reforma ortográfica que efectivamente haya tenido lugar en la lengua española, que fue la de Chile, de mediados de siglo XIX. Porque entonces no tomas la posta de esos maestros, que empezar a avanzar en nuestra ortografía y yo acá, en la intimidad de nosotros, 10.000, quisiera poner sobre la mesa algunas modificaciones que me parece razonable empezar a discutir. Eliminemos la H Muda, ahí donde escribimos una H, pero no pronunciamos nada, no escribamos nada. Me cuesta pensar que tipo de apego sentimental puede justificar para alguien todos los engorros que nos causa la heche muda. Belarga y Becorta, decíamos antes, nunca se distinguieron en la lengua castellana. Elijamos una, puede ser cualquiera, podemos discutir,

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sentarnos, cada uno tendrá sus preferencias, cada uno podrá argumentar, queremos no con una, eliminemos la otra. Je y J, dividamos las funciones, que a la Je le quede el sonido suave, gato, mago, águila, y que la J, retenga el sonido, ¡Aspero!

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Jalave, girafa, gente, argentino.

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Y sé... y que la J. Retéga, el sonido, áspero, halave, girafa, gente, argentino. Y C, E, C, E, es un caso interesante, porque muestra que el criterio fonético debe ser una guía, pero no puede ser un principio absoluto, en algunos casos las diferencias de pronunciación deben atenderse. Ahora yo decía antes, ¿se y Z? En algunos lugares corresponden a un sonido en otros ados. Si de tres letras bajamos a dos, estamos todos mejor. A algunos, estos cambios le pueden parecer un poco drásticos. No lo son tanto. La Real Academia Española, todas las Academias de la Lengua, también creen que la ortografía debe ir modificándose, que la lengua está ligada a la historia de las tradiciones y a las costumbres, pero que también es una herramienta práctica de uso cotidiano y que a veces se apego a la historia, a las tradiciones y a las costumbres se transforma en un obstáculo para el uso de hoy. Eso explica, de hecho, que nuestra lengua mucho más que las que conocemos, que tenemos geográficamente cerca, fue modificándose históricamenteamente, nosotros, por ejemplo, fuimos de ortografía, a ortografía, fuimos de teatro, a teatro, fuimos de cantidad, a cantidad, fuimos de símbolo, lo asímbolo, y de a poco ahora empiezan a retirarse sigilosamente algunas h. Es mudarse en el diccionario de la Real Academia, arpa, armonía, pueden escribirse con h o sin h y estamos todos bien. Me parece, a mí además, que este es un momento particularmente apropiado para encarar esta discusión. Siempre se nos dice que la lengua cambia espontáneamente de abajo para arriba, que son los usuarios los que incorporan palabras nuevas, los que introducen modificaciones gramaticales, y que la autoridad en algunos lugares, una academia en otros lugares un diccionario, en otros lugares un ministerio, mucho tiempo después la acepta e incorpora. Esto es cierto, solo para algunos niveles de la lengua, es cierto para el nivel lexico, para el nivel de las palabras, es menos cierto para el nivel gramatical. Y casi diría, yo que no es cierto para el nivel de la ortografía que siempre históricamente cambió de arriba para abajo. Fueron siempre las instituciones, las que fijaron las normas y propusieron modificaciones. ¿Por qué digo yo que este es un momento particularmente apropiado hasta hoy? La escritura siempre tuvo un uso mucho más restringido y privado que el habla. Pero en nuestra época, la época de las redes sociales, eso está sufriendo un cambio revolucionario, nunca se escribió tanto como ahora, nunca tantos escribieron tanto a la vista de tantos. Y en esas redes sociales, por primera vez,

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estamos viendo a gran escala usos ortográficos novedosos,

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donde incluso gente de ortografía impecable y predicada,

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cuando escriben las redes sociales,

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se comporta bastante parecido a cómo se comportan la mayoría

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de los usuarios de las redes sociales. Es decir, relajan la corrección ortográfica y priorizan la velocidad y la eficacia en la comunicación. Por ahora hay uso escaóticos individuales, pero me parece que tenemos que prestar la atención, porque probablemente no se estén diciendo que una época que le asigna a la escritura, un lugar nuevo, esté pidiendo para esa escritura criterios nuevos. Creo que haríamos mal en rechazarlos, en descartarlos, porque los identificamos como síntomas de la decadencia cultural de nuestra época. No creo que hay que observarlos, ordenarlos y encausarlos dentro de una normativa más afín con las necesidades de nuestros tiempos. Puedo anticipar algunas objeciones. Habrá quienes digan que si simplificamos la ortografía vamos a perder la etimología. En rigor, si quisieramos conservar la etimología, no alcanzaría con la ortografía, además deberíamos aprender latín, griego, árabe. Con una ortografía simplificada, vamos a ir a recuperar la etimología al mismo lugar a donde vamos ahora, a los diccionarios etimológicos. Una segunda objeción será la de los que digan, si simplificamos la ortografía, vamos a dejar de distinguir entre sí palabras que hoy se diferencian en solo una letra. Eso es verdad, pero no es un problema. Nuestra lengua tiene o monimos, tiene palabras con más de un significado y no nos confundimos el banco donde nos sentamos del banco, donde depositamos el dinero, el traje que nos ponemos de las cosas que trajimos. En la enorme mayoría de las situaciones, el contexto disipa cualquier confusión. Pero hay una tercera objeción. Para mí, la más comprensible, incluso la más conmoveadora, que es la de los que digan, yo no quiero cambiar. Yo me eduque así, me acostumbré de esta manera, cuando leo una palabra escrita en ortografía simplificada,

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me duele en los ojos.

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Esa objeción en parte está dentro de cada uno de nosotros.

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¿Qué creo yo que hay que hacer como se hace siempre en estos casos?

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Los cambios se hacen para adelante.

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A los chicos se les enseñan las normas nuevas. A los que no queremos nos dejan escribir como estamos acostumbrados y se espera que el tiempo simiente las nuevas normas, el éxito de toda reforma ortográfica que toque hábitos tan arraigados, está en la prudencia, el consenso, el gradualismo y la tolerancia. Pero tampoco podemos dejar que el arraigo a las viejas costumbres nos impidan seguida adelante. El mejor homenaje que podemos hacerle al pasado es mejorar lo que recibimos. Así que yo creo que tenemos que ponernos de acuerdo, que las sacademias tienen que ponerse de acuerdo y limpiar de nuestra ortografía, todos esos hábitos que usamos porque los recibimos, aunque no nos sirven. Yo estoy convencida de que si hacemos eso, en el ámbito modesto, pero importantísimo de la lengua, vamos a estar dejándoles a las próximas generaciones

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