Si alguna vez se emocionaron escuchando música, ahora van a entender por qué. Bienvenidos al podcast de Teden Español, soy Jarry Garbulski. Paolo Bortolameoli es un conductor de orquestra chileno y actual director asistente de la filarmonica de Los Ángeles. En su charla, Teden Español, Paolo comparte el secreto del idioma universal de la música. Este es un secreto o que se puede aplicar también a la vida misma. A los siete años, mi padre me llevó a un concierto de música clásicaica por primera vez y salió llorando. Tocaban la quinta sinfonía de Beethoven. ¿Cómo preparas un niño antes de que vaya a un concierto de música clásica por primera vez? Bueno, unos días antes nos sentamos a escuchar una grabación que él tenía. Y ahí me explicó un par de cosas sencillas. Como por ejemplo la insistencia del Tata Tataan, a lo largo de todo el primer movimiento, pero que además regresa más tarde en la sinfonía, que esta sinfonía tenía cuatro movimientos o cuatro partes. O que el final de esta sería una victoria, una victoria humana, musical, concreta o abstracta, Que lo que comienza con un insistente y sentencioso llamado se convierte en un triunfo lleno de validación y optimismo. Incluso jugábamos a un juego. Cada vez que comenzaron la sección de la que habíamos hablado, yo apretaría su mano en señal de reconocimiento. Con esta información, llegué al teatro. Esto y la natural curiosidad me cargaron despectativas. Por una parte estaba tan concentrado, sí, disfrutando de la música, pero también de la experiencia extraí. El público atento, la orquesta numerosa, el sonido apasionado. Todo iba según lo había anticipado. Hasta que de pronto ocurre algo increíble. Algo que hasta el día de hoy sigo considerando uno de los momentos musicales más perfectos, jamás escritos, un milagro. La música hace un rato venir repitiendo un gesto. ¿Lo identifican? Pero además, una sucesión de acordes, que me hacían pensar que después de esto, seguramente vendría esto. Una suerte de sentido como un musical. Pero no hay nada de milagroso en eso. O sea humildemente, esa resolución también la podría ver escrito yo y de paso terminamos el movimiento y dejamos que la gente tosa tranquila y compulsivamente, o sea, la o cuenta, o que reícen su teléfono. Pero esta música no les escribí yo. Y Beethoven es Beethoven por algo. Retroceamos unos segundos de esa música. Todo esto sigue un patrón y ya sabemos cómo debería concluir. Y esto no me lo esperaba. Un niño diría cómo que te engaña. Esa nota salía de otro universo sonoro, sorprende. Vamos y que el ritmo la te apenas al filo de su extinción, pero poco a poco se estabiliza, como dando señales vitales. Desimpulso brotaron los violines

y una línea melodica errática e intermitente

insegura incluso hasta que también encuentra consistencia,

de esa forma la música tautiva nuestra atención.

Es un momento cargado de la promesa un inminente de cellace.

De ese algo que sabemos que va a ocurrir,

que sin darnos cuenta, ya los esperábamos. Después de eso, mi padre me dio hoy, me abrazo emocionado. Yo soy yo-saba. Me dije, yo no sé por qué estoy llorando, sino estridese a lo que siento. En ese momento marco mi vida, fue ahí a los siete años que decidí dedicar mi vida

a la música. No sé por qué estoy llorando, sino estristeza lo que siento. Ese momento marcó mi vida.

Fue a los siete años que decidí dedicar mi vida a la música. Porque quería recrear ese momento, entenderlo y después compartir y contagiarlo. Veamos si podemos lograrlo aquí y ahora. Yo creo que es contagioso. Cuando les conté esta nota inesperada, desayabe a nuevas opciones que finalmente se transforma en la puerta a este gran triunfo musical, lo que hice fue puntualizar un fenómeno muy simple y al mismo tiempo muy común en la vida misma, las expectativas. Si el tercer movimiento efectivamente hubiese terminado, sí. Nuestra percepción de lo ocurrido se marcaría dentro de ciertos parámetros de expectativa.

Básicamente, recibimos lo que esperamos.

La música concluye.

El público se acomoda.

Toce.

Los intrumentistas se relajan un segundo hasta que el director de Orquesta vuelve a levantar

las manos en señal de investida para remeter con el último movimiento. Funciona, la música impacta de toda forma. Pero no es lo mismo. Esa transición que escribió Beethoven no solo cumple con la función de conectar una música con otra, sino que genera otro tipo de expectativas. Veré esa notaesperada, hasta la búsqueda de nueva estabilidad en el ritmo, la melodía, la armonía y esa textura que crece y desembocan en algo mayor. Pero en el intertanto, nuestra mente reacciona, comienza a buscar alternativas escenarios posibles y Beethoven lo sabe, por eso esa disolución y divagar de la música nos confunde y esa confusión genera expectativas que son mezcla de predicción y disposición a seguir siendo sorprendidos ya que la misma música nos acaba de mostrar que todo es posible. En un nivel extramusical se parece a mi propia actitud antes y durante el concierto. La información de mi padre fue un incentivo para llegar al teatro lleno de expectativas a reconocer lo que ya sabía, a constatar, pero una vez de que me sorprendió y a todo era posible. El poder evocador de la música proviene en gran medida de su capacidad de generar, rarongar, suspender o incluso traicionar expectativas. Pero ¿qué esperamos de ella de la música misma?

Una melodía y un acompañamiento.

Una idea que se presenta y aloga

y encuentra un cierre.

Una nueva idea, más jocosa, todo

No es posible, esperable, expectativa cumplidas. Aha!

Siro inesperado.

Drama.

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