¿Cómo amenazarías al ásaro?

A un hombre que ha resurgido de la muerte, nada puede intimidarlo, no porque haya cruzado

la frontera del inconcebible, sino porque recibió la calidad de la vida eterna, no porque

fue escogido al viaje de vuelta, sino porque experimentó la dicha de saber cuán grande

es lo que nos espera.

Para que amenazar al ásaro no tiene sentido alguno intentar doblegar a alguien que después

de cuatro días en un sepulcro, aprendió a apreciar cuán refinado puede ser lo sencillo

a destapar la corrección de lo perfecto, a gozar eso que para muchos no sirve, tú no

podrías arrebatarle nada a que ya no cuentan los días en horas y no en momentos, quién

amenazaría al ásaro, nadie debería atreverse a desafiar a quien se ha desprendido de sus

miedos, de sus ambiciones, de sus estrecheses, de sus vanidades, a quien por sentir sus pies

sobre las arenas de Betania rechazaría el oro de todos los faraones, no hay advertencia

que pueda cobarrar a quien ha descubierto el brillo en donde otros solamente vende cadencia,

cuando podrías amenazar al ásaro, y uno tiene tiempo para reparar en los peligros

ni para medir las anjuras de los riesgos o interés vital, es lo tangible, lo auténtico,

lo diría carajo otra vez esta vista, él no se quejaría de lo modesta que su huerta,

no por conformismo, sino porque sabe cuán inútil es tratar de disfrutar algo nuevo sin haber

hallado placer en lo que ya se tiene, cuando amenazaría a al ásaro, o cuánto, no hay

imensiones para coaccionar a alguien que puso su corazón en el rumbo de los pies de Cristo,

quien apajan toda la losa por el llamado de Cristo, quien dobló las sábanas para atenderle

un cátero, no hay medida para asustar a quien su único temor es no poder volver a los brazos

del padre querido querida, como amenazas a un hijo de Dios, a alguien que está con el

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