Noviembre de 1953,

Ranto Olson está en medio de un crisis.

Un movióquímico del ejército de los Estados Unidos,

e investigador en armas biológicas.

Siempre trabajó en el límite de lo que sus propios patrones

murales le permitían.

Incluso compartió conocimientos con exnasis de proyectos

sobre cómo transmitir el

antrax a través del aire.

Pero desde que se convirtió en jefe de la división de operaciones especiales en Camp Dietrich

ha presenciado tantas cosas aberrantes que sus ulceras han empeorado.

Aunque renunciése puesto a principios de año, todavía continúa trabajando en el lugar,

y todavía esa gente de la CIA.

Los experimentos con armas biológicas implicaron ser testigo y partícipe de envenenamientos,

uso de gases y tortura de animales de laboratorio en DITRIK, donde la división de operaciones

especiales funciona como una estación de investigación en cubierta de la CIA dentro de la base militar.

Cada día, al llegar a su trabajo, Olson se encontraba con decenas de monos muertos.

Por supuesto, también le preocupaba la experimentación con armas biológicas en áreas pobladas. A badia se preguntaba si había una razón para eso.

Más allá de la paranoia de un ataque soviético

en medio de la guerra fría.

Pero participar del proyecto Artichoke

fue demasiado para él.

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