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Las narrativas complejas de nuestras vidas | Lucas Raspall

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Society & Culture, Technology, Education

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🗓️ 16 May 2019

⏱️ 14 minutes

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Summary

¿Quién eres? ¿Qué haces? ¿Qué te gusta, y qué no? Estas preguntas son más complejas de lo que parecen. No las contestamos una vez, sino varias veces cada día de nuestras vidas, y así vamos construyendo nuestras identidades. Pero el psiquiatra Lucas Raspall nos cuenta que esas conclusiones -- de quiénes somos, qué nos gusta y qué no -- pueden ser incorrectas. En su charla en TEDxRosario, Lucas muestra la necesidad de cuestionar nuestras propias narrativas. Para más ideas de TED en Español, te esperamos en TEDenEspanol.com.

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Transcript

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0:00.0

Queridos amigos de Teden Español, ahora que terminamos la cuarta temporada de nuestro podcast, queremos volver a compartir con ustedes alguno de los episodios que más nos gustaron. Les cuento también que estamos preparando la quinta temporada que empezará en agosto de 2020. Recuerden que si quieren suscribirse al boletín semanal de ideas en nuestro idioma, ver las charlas de Teden Español o seguirnos en las redes sociales, pueden hacerlo en Teden Español.com. Los dejo con la charla de esta semana. ¿Quién eres? ¿Qué haces? ¿Qué te gusta y qué no? Bienvenidos al podcast de Teden Español. Soy Jerry Garbulski. Estas preguntas son más complejas de lo que parecen. No las contestamos una a veces sino varias veces durante cada día de nuestras vidas. Y así vamos construyendo nuestras identidades. Pero el psiquiatra Lucas Raspal nos cuenta que esas conclusiones de quienes somos que nos gusta y que no pueden ser incorrectas. En su charlante de X Rosario, Lucas muestra la necesidad de cuestionar nuestras propias narrativas.

1:05.8

Lucas comienza a sucharle entrando al escenario con una hielera grande y la colocan el piso junto a él. Le gusta el helado.

1:02.0

Levante la mano.

1:04.0

A ver así yo veo. ¿A quién le gusta el helado. Levante la mano, a ver así yo veo, a quién les gusta el helado. A todos les gusta el helado. Y a mí también me encantaba, pero durante mucho tiempo, al menos 10 años no conmimas. D un día para el otro. Es que decía que no me gustaba, o peor, el helado dejó de gustarme, de verdad. Pero bueno, yo no estoy acá para contarles de lados, ni tampoco sobre mis cifles que son varios, sino para contarles cómo funciona la otra bocha, la que tenemos acá arriba de los sombros. ¿Cómo llegamos a hacer lo que hacemos, cómo llegamos a hacer quienes somos, el riesgo que corremos de quedar atrapados en nuestra propia historia, así. Y si tengo un poco de viento a favor que voy a necesitar, quizás les pueda contar algunas pistas de cómo salir. Pero empecemos desde el principio. Desde chiquitos todos escribimos un cuento, nuestro cuento. Y lo hacemos para saber quiénes somos, qué hacemos, qué nos gusta, qué no. Mira, yo tengo dos hijos, Anita, que tiene tres y medio y Benja, que tiene dos. Con mi mujer muchas veces jugamos a imaginar, a divinar cómo van a hacer cuando ellos sean más grandes, anita cuando sea adolescente, no nos va a dar bola en nada, en nada. Va a ser súper desafiante, en cambio venja, venja quizás sea más tranqui, vago, seguramente nos va a ser renegar con las tareas y eso, pero va a ser más fácil de llevar. Y podemos imaginar esto, no porque tengamos una bola de cristal, que de hecho no la tenemos, sino porque ya estamos leyendo su cuento. Y estas son las páginas que seguirían. Estoy seguro que el que tenga hijos, nietos, sobrinos, o hermanos más chicos, alguna vez habrá jugado esto, ¿no? Ver que siguen en el cuento. Pero bueno, esto no es cosa de chicos, ustedes todos tienen su propio cuento, el que va atando las distintas experiencias en el tiempo, su forma de sentir, su forma de pensar, su forma de actuar. Es así, todos tenemos un cuento. Ahora, ¿quién escribe este cuento? ¿Quién lo arma? ¿Ustedes se sentaron alguna vez con una viróme a escribirlo? No. Lo hace su mente y lo hace solita. Lo hace sin pedirles permisos, sin consultarles demasiado. Todos los días pasa tiempo ordenando las imágenes, las experiencias, fijando ideas, fijando formas. La mente es como un editor. Saben que hace un editor de libros, se fija que no haya errores, se fija que la historia tenga una secuencia cronológica ordenada, pero sobre todo que sea consistente, que sea coherente, que no tenga contradicciones. El editor nunca es una figura visible, no aparece como el autor del libro, pero es muy importante su trabajo. Su mente es el editor. Ahora, a historias que nos marcan a nosotros y en esas historias del editor pone el foco. Lo que se dice, lo que se explica de esas situaciones lo transforman, verdades. Después esas verdades las guardan la memoria y esas verdades son luego las que nos van a definir, las que nos van a señalar el camino. A veces son situaciones grosas como todos hemos vivido, otra vez es simplemente una palabra nos puede marcar, incluso a veces son boludeses, yo les voy a contar una. Una noche, un amigo amigo de toda la vida, Rodri me dijo en un boliche Luki, papá, vos encarás, total no se lo tenés, una de cada diez te va a decir que sí Yo les aseguro que todavía lo puedo escuchar a eso, fue exactamente así Yo era muy tímido, era terrible cagón, así me sentí, así actuaba, así estaba escrito en mi cuento, pero por alguna razón esas palabras de Roderick me animaron. En un instante, una verdad de mi cuento, una verdad de mi editor, se rompió. Y a partir de ahí cambió mi cuento, empecé a encarar como loco, esa misma noche. Con fiesto que igual no ganaba nada, pero bueno tengo que admitir que esa es otra historia. Así con momentos y situaciones nos vamos, la gente, la gente, la gente, la gente, la gente, la gente, la gente, la gente, la gente, la gente, la gente, la gente, la gente, la gente, la gente, la gente, la gente, la gente, la gente, la gente, la gente, la gente, la gente, la gente, atiende a las cosas que le interesa borra, filtra, saca las cosas que no encajan y hace fuerte las cosas que sí se ajustan al cuento que se está contando. Me creen si les digo que el editor hasta inventa cosas para que la la historiare mejor, porque lo hace. Por eso el editor más que leer la realidad la inventa, ajustando las cosas que pasan al cuento que escribe. Ahora voy a volver un poquito a mi historia del helado, ya estoy entregado. Los domingos nos juntábamos en casa a comer asado, siempre. Mis viejos somos sincormanos, algún novio, alguna novia, a veces primos, a veces tíos, éramos muchos. Después de la ceremonia del antrada, el asadito y levantar la mesa, venía el postre, el lado. Uno de esos domingos cuando me ofrecieron dije que no, no me gusta el el lado. Yo siento que yo soy con mi el lado y me encantaba, pero ese domingo dije que no. Ahí el editor escribió una verdad y después a defenderla. Pasaron más de 10 años, hasta que algún día me habrán hecho mejor sin ápcidas neuronas, me pregunté, no me gusta el helado. Me fui caminando la tardecita hasta el freezer, saqué el pote, mirá los costados, no quería que nadie me vieras si, yo no conmía al lado. Le clave la cuchara, soper al dulce de leche, todavía medio congelado y me lo metí. Me encantaba el helado. Claro que me gustaba el helado, a todo le gusta el helado. Entre ese pote como el peor domingo de lluvia y depresión hasta bajarlo y ahí me di cuenta en ese momento me di cuenta la verdad de que no me gusta al helado se derritió sola ese domingo en casa estaba todo muy bien todos charlaban, disfrutaban, la pasaban lindo, compartían y yo era adolescente, estaba peleado con la vida, estaba peleado con el mundo. Lo del helado no tenía importancia, dije que no, porque yo no estaba en esa sintonía de disfrute, dije que no, porque no estaba en esa comunión de felicidad. Eso era lo importante en mi cuento, estar enfrentado, lo delelado pura casualidad, pero al editor se le quedó pegado y después, a sostenerlo en el tiempo, y acá lo importante. Todos construimos nuestra identidad en base a verdades que un día compramos y después ya no cuestionamos. A pesar de que cambien los contextos y me refiero las cosas grosas no pavadas como lo del lado. Es así. Y por momentos puede ser un poco triste. Les cuento una cosa más porque todo esto pasa sin que nosotros nos demos cuenta. La mente editora hace todo este trabajo sin que nosotros lo notemos. Y en parte está bien que sea así. Esto tiene una función biológica y evolutiva muy importante. Imagínense ustedes el tiempo que les llevaría cada día al despertarse, contarse quiénes son, qué hacen. Y al final del día agarrar todas las experiencias, las imágenes y ordenarlas, como si fueran un algún de figuritas. Imposible, no podrían hacer nada más que eso. Por eso la evolución le pasó esta función al editor. Para que haga todo este trabajo dormiga sin jodernos, sin consultarnos, para que nosotros podamos disponer de nuestro tiempo y de nuestra atención para otras cosas. Por ejemplo, estar ahí sentados disfrutando de tener mientras su mente escriben silencio. Yo sé que suena bastante cómodo de tener a alguien que haga las cosas por nosotros, pero crean que que hay un peligro enorme en este juego. Todo lo que decimos que somos no es más que un manojo de supuestas verdades que un día redactamos. Lo bueno y lo malo. Después es el editor el que les da fuerza a esas ideas, valores, sensaciones, actitudes, que tantas veces nos definen, nos condicionan. Y por esa maldita manía de ser coherente, el editor termina más, reforzando lo que dice de nosotros mismos, que buscando la manera de cambiar y de crecer. y nosotros, ni enterados, seguimos en pilota automático. Todo eso que decís que no podés cambiar, que te tenés que resignar, no son verdades. Quiero que empieces a pensar que son las mentiras de tu editor. Quiero que dude hasta de tu memoria, porque ahí también mete la mano. Muchas de tus trabas quizás ha sido ciertas cuando las armaste, pero después caprichos del editor. Quiero que sepas que el editor está entrenado para no soltar esas verdades. Es un dover man. No debe hacerlo, no sabe hacerlo. Eso lo tenés que hacer vos. Mi historia del helado puede ser un apavado, puede ser divertida, pero yo no podría explicarles cuántas limitaciones, cuántos sufrimiento trae quedar atrapado en el propio cuento. Yo lo veo todos los días de mi vida. Es mi trabajo esto de intentar desenmascarar al editor. Igual no dejo de sorprenderme. Ahora, ¿cuál es tu historia del helado? Yo no quiero que hoy se vaya nadie de acá, antes haber pensado donde está el helado en su cuento porque esta es la única vida que tenemos. No da para dejarse la en concinción a otro, no da para hacer meros interpretes de lo que la mente nos dice. En fin, te acuerdas de la hielera que Lucas traía cuando entró al escenario. Bueno, ahora la abre y saca un helado. Están cada uno de ustedes. Abre unos ojos, mirar adentro, cuestionar hasta la última verdad de su cuento y reescribirlo para que no sea tu editor quien escriba tu destino, si no vos. Salud. 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14:09.0

Soy Yaya Riga-Bullski y los espero en el próximo episodio.

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