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Relatos de la Noche

La Secta de los Cerdos (relatos paranormales para dormir)

Relatos de la Noche

Sonoro

Drama, Fiction

51.7K Ratings

🗓️ 16 September 2025

⏱️ 35 minutes

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Summary

En este episodio de Relatos de la Noche nos adentraremos en tres historias que, aunque distintas entre sí, comparten la misma sombra de lo inexplicable. Desde una vieja casa de provincia, donde una tía amorosa guardaba un secreto que paranormal sus sobrinas solo entendieron demasiado tarde.

Seguiremos con el testimonio de un joven que, tras acompañar a su mejor amigo a un pueblo en la sierra, terminó presenciando una criatura, un ritual imposible. Y cerraremos con un sueño inquietante que parece traer un mensaje desde el más allá, recordándonos que el dolor de los vivos también alcanza a los muertos.

Tres relatos donde la fe, la familia y el miedo se entrelazan. Tres voces que nos recuerdan que lo paranormal no siempre se manifiesta con golpes en la puerta, sino con aquello que se queda grabado para siempre en la memoria.

¿Te atreves a escuchar?

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🎧 Disponible también en audiolibro.

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Transcript

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A mitad de esa calle de tierra había algo sentado.

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Parecía un cerdo.

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Era de noche y me dio miedo por ese enorme tamaño, así que le tiró una piedra. Cerca, no a darle, nada más para espantarlo. Esa cosa se levantó. Al levantarse se puso en dos patas, pero no en dos patas como un cerdo, como un animal. Tenía piernas de humano, flacas, palidas, terminaban en pesuñas, negras, brillosas como si estuvieran mojadas, sus brazos eran humanos también. No hizo ruido, se quedó un momento de pie, la deó la cabeza como extrañado y empezó a caminar en mi dirección. Muy buenas noches a mi querida comunidad, gracias por dejarnos llegar a ustedes con un nuevo episodio, espero que estén de mejor humor para escuchar historias de fantasmas, historias encuentros con lo paranormal, pero este episodio va especialmente para aquella gente que no está del mejor humor, para aquellos y aquellas que se la están pasando mal hoy, que se sienten solos, algo tristes, algo desanimados, para todos los que se sienten en una encrucigada, en un momento difícil, que este episodio sea un abrazo para ustedes y una forma de refirmar que no están solos, que son parte de esta familia, que estamos juntos y que todo va a estar bien. Para la gente que le está pasando difícil va el episodio de esta noche, que no por ser un abrazo dejará de ser aterrador, así que aún tiene este tiempo de irte, de encontrar contenido que no te vaya a llevar al límite del escepticismo de lo paranormal, porque ya estamos comenzando, porque ya estás escuchando relatos de la noche en 5, 4, 3, 2, me llamó Diana y sigo relatos de la noche desde el 2023. Esto va a ser muy raro. Varios veces he intentado escribir alguna de las historias de mi familia para compartirlas con ustedes, pero nunca puedo. Algo me hacían no poder terminar. Sin embargo siempre había excluido la peor de todas, la que me pasó a mí. Quizás la más inexplicable en la historia de mi familia. Si al final no le entienden, si no pueden construir una explicación en su cabeza respecto a lo sucedido, no se preocupen, me siento completamente igual yo, bienvenidos a mi historia. Cuando llora niña solía visitar mucho a mi tía a su sanita, tía de mi abuela. Ella era una señora muy católica, muy grande, muy de bota, de esas personas que no faltan a misa ni un domingo y que todo el mundo en el barrio conocía porque siempre ayudaba los demás. Si alguien necesitaba comida, ella lo invitaba a la mesa. Si alguien necesitaba dinero, aunque no tuviera mucho, ella encontraba la manera de prestar. Y sobre todo tenía un cariño muy grande por los animales, en especial por los pajaritos. Su clase estaba llena de jaulas con canarios, periquitos y hasta unos ensónteles que había rescatado. Cuando yo o alguna de mis primas nos quedamos a dormir ahí, siempre nos decía lo mismo, algo extraño. Ustedes no se preocupen de nada y haz. Lo único que tienen que hacer es respetar a Cecilia. Nosotras la verdad, nunca entendimos a qué se refería. Creíamos que hablaba de alguna de sus aves. O, estar a la teoría que nos gustaba más, que hablaba de un Maniki que tenía guardado en el cuarto donde te guía, porque a ese cuarto estaba prohibitísimo entrar. Y como niños pues ya se imaginarán, lo que estaba prohibido es lo que más nos llamaba la atención. A veces fromeábamos con que el Maniquí tenía vida y que se llamaba Cecilia. La cosa es que nunca pasó de ahí, nunca vimos nada raro. Hasta que yo casi unen que sólo nos quedamos y boni yo. Generalmente siempre éramos varias primas las que nos quedábamos, pero esa vez por alguna razón nos tocó de a dos. Y no sé si fue por eso, por sentirnos con más confianza o porque al ser menos también nos entró más curiosidad, pero esa noche todo cambió. Mi tía nos repetió lo mismo de siempre. Niñas, ya me voy a dormir. Recuerden, respeten a Cecilia. Pero nosotras con el edad que teníamos, quisimos saber más. La preguntamos quién era, que se hablaba del Maniki o de alguno de sus pajaritos o de algo que tenía guardado. y recuerdo perfectamente su cara. El semblante de la tía Susanita cambió en ese mismo instante. Dejo de ser la señora dulce y sonriente de siempre, y se puso seria, con una mirada que nunca él había visto, y nos dijo. No no anden preguntando de mas, no mas respeten, ya acuerdense, después de las nueve, nadie sale de su cuarto. Eso nos dio todavía más intriga, porque era la primera vez que respondía así, y nosotros en lugar de calmarnos, lo que hicimos fue ponernos de acuerdo para no dormir nos temprano. Para investigar. Cuando dieron las 10 seguíamos despiertas, escuchando cada pequeño ruido de la casa. De pronto escuchamos pasos afuera de nuestro cuarto. Pasos lentos, como se haría encaminar a descalso sobre el piso de madera. Mi tía dormía en el segundo piso y estábamos abajo, así que no tenía sentido que fuera ella. Igual pensamos que quizás había bajado por agua o a revisar a sus pajaritos, pero nos dio miedo. Aún así, la curiosidad pudo más. Nos asomamos. Al principio no entendimos lo que estábamos viendo. Había algo allá fuera, sí. Era como una sombra que subió por la pared. Pero después estaba demasiado arriba, casi pegada el techo. Y yo hubiera jurado me lo estaba imaginando pero entonces se movió la silueta caminó por la pared como una araña y luego siguió por el techo se perdió poco a poco en oscuridad del pasillo como si se deslizarra en ese momento los dos gritos se nos otoraron en la carganta. Nos metimos corriendo al cuarto y cerramos a puerta con seguro. Nos quedamos en silencio, temblando. Nos volteamos a ver y las dos sabíamos lo mismo. No había sido una ilusión. Las dos no habíamos visto. Era una mujer. mujer caminando como araña por las paredes. Intentamos dormirnos a la fuerza pero era imposible. Y en eso ibon me agarró el brazo y me dijo bajito que lo estaba escuchando de nuevo. y eran pasos, pero esta vez venían del techo, esta cosa estaba caminando encima de nosotros. De pronto los pasos corrieron fuerte, salulargo del pasillo, y lo peor comunidad, fue que después escucharon los chiquidos a los pajaritos, le gritaban como si los estuvieran sacudiendo dentro de las jaulas, como si los estuvieran maltratando, fuimos cobardes, nos tapamos los oídos llorando sin atreveron se salir, pero éramos unas niñas, no sé qué ahora fue pero lo siguiente siguiente que recuerdo es que la tía sus anitas elevan todo temprano. Antes de la manecer, como siempre, a hacer sus cosas. Pero esa mañana no se escuchaba su voz alegre, sino su llanto. Cuando salimos del cuarto ver que tenía, vimos una escena terrible. Varias jaulas estaban afiertas y había algunos pajaritos muertos en el suelo. Parecían mortidos, como si algo lo subiera alcanzado y dejado a medias, como si algo lo subiera mortido. La tía llorando no reclamó. Nos dijo que nos habíamos salido, que no habíamos respetado a Cecilia, nosotros juramos que no habíamos salido, que habíamos estado en el cuarto pero ella no nos creyó. Le pedimos a los papás y fond que fueran por nosotros, y después de eso nunca más volvimos a quedarnos en su casa. La tía Susanita cambió después de eso, dejó de recibir visitas y apenas salía, dicen que murió solita, en silencio. La casa quedó abandonada, desocupada desde hace años en pletos legales. Lo único que alguien se atrevió a rescatar

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fueron los pajaritos que aún quedaban vivos. De ahí en fuera, esa casa debe estar ahora

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habitada por completo por Cecilia. Sea lo que sea. ¿Qué creemos de mi querida comunidad? ¿Qué se hace, Silia? Me gustaría mucho saber cuáles son sus hipótesis al respecto. Me gustan las historias que no son simplemente de fantasmas, o quizás sí, pero dejan cabos sueltos. Dejan mucho que pensar. Les invito a dejarnos un comentario o a compartir

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sus opiniones de este y las demás historias de este capítulo etiquetándonos en sus redes

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sociales. También nos encantaría ver cómo escuchan relatos a la gente le da por reírse o por querer explicarlo todo con palabras que suelen a ciencia pero que no ayudan. Yo solo quiero decir lo que vi y cómo lo viví, sin querer convencer a nadie. Esto pasó hace unos años cuando tenía 17. A un amigo, Arturo, se le murió su mamá de repente. Fueron días, raros, de acompañarlos sin saber muy bien que decir. Lo único que quería era estar con él. Su papa estaba como en automático, resolviendo trámites y nos pidió a varios amigos pero específicamente a mí, que no dejáramos solo Arturo. Me dijo que si me podía ir con él a un pueblito de Durango donde vivían sus abuelos, nada más un fin de semana, para que le cambiara el aire. Dijo que Arturo la se afalta, que necesitaba ver otras cosas, dormir lejos de los lugares donde todo le doliya, donde veía los recuerdos de su mamá en todas partes. Así que nos fue a dejar en una camioneta un viernes por la tarde. Yo no conocí ese pueblo, no sé ni siquiera si sale en el mapa con hombre, la verdad, porque así de chiquitito es, son unas cuantas casas desperdigadas, ya metidas entre la Sierra y Bosque, medio seco. En el camino Arturo y Bacallado, me dijo que sus abuelos eran buena gente, pero que casi no los visitaba. Lo dijo como ofreciendo disculpas sin tener que hacerlo por supuesto. Yo solo quería estar con él, acompañarlo. Chegamos cuando ya estaban ochociendo. A fíjaloos en la casa, que era de esas viejas con techo de lámina y parede de satóvé pintadas, de un color que alguna vez fue blanco. Nos recibieron rápido, con abrazos. Recuerdo muy bien que la bolita olía a canela y a humo de leña. Luego entendí que nos estaba haciendo arroz con leche. El abuelo tenía la piel curtida, manos de campo, de esas que se sienten muy duras al saludarte a pesar de la pretona amable. y ojos vivaces. Noté que se sorprendieron un poco al verme, a pesar de que Arturo les había avisado. No me trataron mal ni nada, sólo noté esa sorpresa incómoda. Ese, ah, bien esconevitado, que se queda flotando en el ambiente sin que nadie lo diga. tenemos riquísimo, frijolitos que sofrezco, tortillas hechas a mano. Uff, era el cielo. La casita rechinava con el viento. Aforano había más que sonido de monte. A mí me gusta a los lugares silenciosos, pero ese silencio era otro. No sabría cómo describirlo, y era como si todo el pueblo estuviera pagado desde antes de que se metiera el sol. Vio una luz lejana, como de una tienda o una casa, pero luego desapareció. El abuelo preguntó si queríamos un café, dijo que a esa hora caía bien para dormir. Yo dije que sí por educación. Arturo dijo que él prefería nada, que estaba lleno. El abuelo nos miró como si nos quisiera decir algo, pero se guardó las palabras. Nos quedamos en un cuartito que había sido del papá de Arturo de niñoño, con dos camas individuales. Él sacó su celular sin señal y me dijo que necesitaba una cerveza, que de urgía, que no iba a poder dormir así. Le dije que doy daba que hubiera donde comprar, y menos es ahora, y me contestó que si algo existía todavía en ese pueblo, era la t Esa tienda que después de cerrar vende más que cuando está abierta. Te venden de todo ahí. De todo, pero más caro. Y no pregunta nada. Lo dijo con seguridad, como quien se sabe de memoria a los secretos de esas calles. No preguntamos a los abuelos y podíamos salir. Ellos habían metido su cuarto después de lavar los platos. No escuché ya veninada, pero no me pareció correcto tocarles la puerta para avisar, así que solo nos pusimos unas ciudades y salimos. La calle era más una brecha. La luna nos alcanzaba a ratos entre las nubes, la calle era más fiene una brecha, la luna nos alcanzaba ratos entre las nubes, Arturo tomó la delantera, ¿es que la motro y medio máximo eh? Me dijo, y avanzó con esa prisa de quien quiere distraerse, a los pocos minutos ya no no se veía a la casa, ni otras casas más. Afía a Luna llena pero las nubes y la sombra de los árboles se comía el camino. Hoyamos nuestros pasos y algún animal muy alulejos. Yo iba contando chismesera escuela para romper la atención, pero Arturo son reyes y ganas se aceleraba. De pronto vimos algo a la mitad del camino. Primero pensé que era un puerco, ahí, a la mitad de la calle de tierra sentado, pero no sentado como se sientan los animales. Estaba acomodado raro, parecía que nos veía, como si nos estuviera esperando. Nos estuvimos y yo agarré a Arturo del brazo sin darme cuenta, es un marano ya, dijo bajito, y luego le tiró una piedra, no a dar pero cerca para que se espantara ela cosa se levantó, y al levantarse se puso en dos patas, pero no en dos patas como un cerdo. Yo sé que esto es lo que hace que la gente se ría de mi historia, o me llame exagerado. No me importa. Yo vi lo que vi, tenía piernas de humano, flacas, pálidas, pero terminaban en pesuñas, negras, brillosas como si estuvieran mojadas. No tenía manos, los brazos eran como de un cerdo, un secodo pegado al cuerpo y la piel gruesa, el pecho si era de persona, y la cabeza, la cabeza era la de un cerdo, demasiado grande para su cuello pero no era una máscara, no era algo que lo pareciera. Un cerdo, con ese osicón me dobaba ante que se movía buscando un olor, y esos ojos los negros que parecía que no nos dejaban de ver. No hizo ruido.

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Se quedó un momento de pie, la debo la cabeza como extrañado, y siguió caminando en dirección al pueblo, a las casas lejanas de espacio. No nos miró de nuevo, simplemente se interno en la oscuridad como si su piera donde iba. No sé cuánto tiempo nos quedamos ahí parados, con la respiración contenida. Quise decirle a Arturo que nos regresáramos, que era una locura seguir, mi mente lo dije pero no me salía. En eso una mano me apretó del hombro y casi me caigo del susto. Era la vuelo de Arturo. No sé cómo supo que habíamos salido ni cómo nos alcanzó. Traía una cobijan encima de su camiseta. Sus ojos no tenían reproche. Tenían prisa, mucha prisa. Ya va tarde, dijo no más, sin que le preguntáramos nada. Tienen suerte de que ya vaya tarde. Arturo abrió la boca para preguntar que ir a eso. El abuelo negó con la cabeza y nos hizo señal de volver. Y callados emprendimos el camino hacia la casa, en silencio. Yo quería hablar pero lo vuelo caminaba con paso firme y había algo en su espalda recta que me pedían no decir nada. Fue ahí cuando escuchamos. Primero como un murmur mullo, que quien sabe de dónde venía, luego ranboso esclaras, muchas, como rezando en voz alta, no era un canto bonito de iglesia, era otra cosa, repetitiva, ansiosa, arratos entendíamos palabras sueltas que no quiero repetir, después el sonido se mezclo con gritos, pero no de miedo. Gritos de fiesta, de regocijo, como cuando la gente grita un gol. Ya llegó, dijo el abuelo sin voltear. Yo quise mirar hacia donde sonaba toda que era el buroto, y solo vi un resplandor naranja detrás de lo que apareció una casa, alto como de una fogata grande. El abuelo mejalo del suéter para que bajara la cabeza, no veas, Chomaco, dijo, bajito para ofirme. Al llegar a la casa, la abuela no se estaba esperando a la puerta, como si supiera Tenía ya dos tazas servidas en la mesa de la cocina, para los nervios, dijo. No hay que platicar nada ahorita, no más tomenselo. Yo no tengo costumbre de tomarte pero lo hice sin pensar, estaba caliente, dulce, con un amarguito que no supe de que era. Arturo lo vivió a Sorbos rápido sin hablar, el abuelo se quedó de pie junto a la puerta, como cuidando. No sé que ahora nos ormimos pero fue pronto, en serio. Recuerdo verme recargado en la cabeza era, mirar un ratito el techo, o ir alulejo es el rumor de las voces mezclado con el viento y luego, nada, nada de verdad. La siguiente imagen que tengo es el luz el sol dando a la cara, con una punsa de nacienes. Mire el reloj del celular, casi el medio Arturo también se despertó con cara de grudo pero sin haber tomado. Desayonamos huevos con chorizo. La abuela sonreía poco como cansada, el abuelo estaba más callado que la noche anterior. Quise sacar el tema, preguntar qué era lo que escuchamos, qué fue lo que vimos. ¿Quién así es ese ruido? Si el pueblo estaba defiesta por algo o que… Pero no me salió. Me quede con la tortilla en la mano y un montón de preguntas atoradas en la garganta. Arturo estaba igual, con los ojos puestos en su plato. hubo un momento en el que le vuelo a nos miró a los dos y se llevó el des de los labios. El sábado transcurrió con normalidad, fuimos con el abuelo al corral, me enseñó un besero recién asido, la abuela nos puso a escranar el lote en la tarde y a pelar no pales y a guardar fijo a los numos botes, vas un señor vendiendo pan en una camioneta vieja, saludó y se fue a simbajarse, las pocas casas que yo había visto el viernes seguían cerradas o en silencio, arratos querían escuchar muy lejos como golpe de tambor, pero podría haber sido cualquier otra cosa, o el ruido que deja la mente cuando no quiere hacer memoria. En la noche no propusimos salir, ni siquiera el patio, nadie propuso nada, nos sentamos a escuchar la radio, una estación de esas que toca norteñas viejitas, venía de celejos, no sé si de durango pero de lejos, y misos sentió muy solo, muy lejano. Me imaginé por un momento estando en una calle de ese pueblo, de donde era la estación, lleno de gente, salir a la tienda sin temor, me dio mucho nostalgia de cuando no tenía miedo. La huela noció de nuevo te, pero yo no me lo tomé, no por desconfianza sino porque no sé, sentí que si me dormía así de golpe otra vez me iba a despertar más confundido, y aún así dormí como piedra. El domingo temprano yo vuelvo pa de arturo con la misma que moneta con la que no chobó. Traía muchas hojeras pero estaba tranquilo. agradeció los abuelos y a mi me dio las gracias por acompañar a su hijo. Nubo ninguna plática serie ni nada. Carregamos una caja con cosas que la abuela le manda aberturo. Durse, espán, frijolitos y nos expedimos. Me acuerdo bien que la abuela me abra su fuerte, como si quisiera decirme algo sin buscar las palabras. El abuelo me dio dos plumadas en la espalda, cortas, cuíse, dijo, mirándonos a los dos. El camino de regreso fue silencioso, Arturo se quedó dormido casi todo el tiempo apoyado en la ventana. Yo miro el acierre, lejarse poco a poco y aunque quise, tampoco dije nada. Y en Mazzatlan no volvimos a hablar del tema. No supe cielo recordaba escondidas como yo, o si lo enterró nunca a Jomper o no abrirlo nunca. No seguimos viendo, seguimos siendo muy amigos, pero la vida nos fue jaleando hacia otras preocupaciones. De sus abuelos supe poco después que la abuela enfermó de la presión y que la abuela se fue vivir con una de las hijas, evidentemente ya nunca volví a ese pueblo. Y yo sé que no conté ninguna persecución ni un susto con golpes en la puerta ni nada Así, yo vi una cosa que no tenía que ver. Una...

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Tres... no conté ninguna persecución ni un susto con golpes en la puerta ni nada así, yo vi una cosa que no tenía que ver, una criatura, un ser, un demonio y hoy a gente llamarlo como si fuera lo que esperaban, eso es todo. Me pregunto si otros lo han visto, si ese ya llegó, es algo de cada cierto tiempo. Algunas fechas marcadas por ellos. Y me pregunto sobre todo porque el abuelo dijo, ya va tarde. Y que teníamos suerte por eso. ¿Qué pasa cuando no va tarde? ¿Qué no subiera pasado? A veces cuando me acuerdo me llega también el sabor del té de la vuela. Y no con miedo sino con esa mezcla de agradecimiento y de pena, como si no subieran salvados de mirar demás. Yo no sé que crean allá ni qué nombre le pongan allí en la sierra. No voy a inventar explicaciones. lo que puedo decir con toda claridad es que ese viernes por la noche, esa luna llena, en un camino polvozo de un pueblo entre la sierra y el bosque, vimos una cosa que, que era mitad ser de mitad hombre, algo que se levantó en dos patas, lo vimos perderse esa donde ardía un fuego, lo vimos perderse en la oscuridad pero dirigéndose hacia un fuego, a donde muchas voces lo esperaban. Si mi historia es confusa, les pido perdón por favor, yo también le he tenido a 100 acabeza de sentonces, como si cada vez que quiero ferrarme un detalle, se me fuera respalando. Por eso prefiero contarla de corrido, como me sale, sin adornarla. Ojalá se entienda y ojalá que se quede por aquí, como un testimonio de lo que viví, e incluso cuando yo ya no pueda contarla. Y ojalá también que a nadie le toque escuchar esos gritos horrible

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se alegría por la noche, celebrando algo que no es nada bueno, celebrando el triunfo de algo que no debería ganar nunca. Gracias por seguir por aquí. Recuerda que si aún no está suscrito y llegaste a este punto, debería ser parte de esta comunidad y suscribirte a este espacio, para que no te pierdas ni un solo nuevo episodio, ni una sola historia. Recuerda que como siempre en la descripción de este episodio encontrarás el correo para enviarnos tu propia historia, tu propio relato, el enlace también para nuestras redes sociales y que nos sigas también por allá y donde poder comprar nuestro libro de relatos de la noche. También es enlace va a estar por ahí. Dejános un comentarioario pero no te vayas, que aún queda una historia más esta noche. No creí que un correo me podría poner nerviosa o que no sabrías como empezar. Me tuve que poner escuchar los cintros y otros relatos para decir bueno así es como comienzan gase todos, así que holauriel o la comunidad, mi nombre es Itzia, te escucho desde que comenzó la pandemia, en esa época estaba estrenando mi primer coche y un día me quedé sin mis suscripción de música, entre las paradas de semáforos y el tráfico por la lluvia, me encontré con un video tollo. En el sinclollán historias de mascotas con comportamientos extraños, y supongo que ese sentimiento de angustia, controlable y pasajera que se transmitía con tu forma de relatar, me atrapó. Y también en mi novia, aquí le pasé ese mismo video. entonces no hemos parado de escucharte, hoy ya vivimos juntas y tu voz nos acompaña en todo lo que hacemos. Siempre sude en mandarte mi relato porque no considero que ese terror, de hecho creo que no tengo en sin ninguna experiencia paranormal que de miedo, más allá de que recientemente hemos escuchado que nos tocan la puerta del cuarto en la madrugada. Pero nada que realmente nos preocupe, aún. Pero cada tanto escucho relatos que siento que se asemejan y recientemente uno muy, muy similar me hizo sentir que había cabida para el mío. me vís a vive en San Juan de abajo, Nayarit. Ella tuvo 10 hijos y hace casi 24 años, el más chico de ellos falleció en un accidente automobilístico. Mi teotono, tío a vuelo, porque era hermano de mi abuelita. Este suceso obviamente marcó por completo a la familia. Si bien ninguna muerte se espera, la de él menos. El hijo más gobern, un muchachosano, trabajador en sus veintes y con una hija de apenas cuatro años. A los días mi tatarabuela también falleció. Todos dicen que por los ciencias de soniento. En fin, toda esta situación fue muy fuerte para mi visabuela, quien pasaba días entero, sufriendo la partida de su hijo. Y aunque pasaron los años ella no pude pasar la página. Cada verano yo la pasaba con mis tíos y primos en el pueblo. Y era triste por decir poco, como se vivía en las vacaciones ese que faltó mi tío, quien era la principal compañía de mi misavuelo en ese tiempo. Ella todos los ya lloraba, nos despertaba el sonido de su llanto agado en el corral, o incluso su perrito viniendo como alertarnos. Pasaron así varios años, creo que yo tenía como nueve cuando soñé a mi tiotoño. En mi sueño yo estaba dormida y despertaba en la que en vida fue su casa. Me despertaban luces de coches pasando y cada que salúse me iluminaba, es el lugar de jabade parecerse su casa para terminar siendo solo un camino, como una carre retera en medio de la nada. Otro coche pasó y lo vi. Ahí estaba mi teotóneo, sin heridas, solo sentadito en una piedra con una cabeza gachada y llorando, con toda su ropa manchada del hodo. levantó su cabeza y me decía que lo mirara, que le dijera a mi abuelita que dejar

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a te llorar, que por favor lo dejar a descansar, que por el amor de Dios fiera como lo tenía, y le dijera que dejar a de llorarle porque lo hacía sufrir más. Recuerdo despertar llorando y muy asustada por esa imagen. yo creo que hasta grité porque mi mamá corrió a mi recámara y le conté mi sueño. Como acababa despertar y lo tenía todo tan fresco, le describía ella a la camisa, el pantalón, las botas que metió ya vava, todo completamente sucio. y recuerdo como ella solo se liven ch chinando la piel, ya que según me dijeron luego, la ropa que describi era la misma con la que lo enterraron. Detalles que yo no podía saber, porque no había razones para que a los 5 años me cargaran para ver a mi tío en un atabud. entendido queido que mi mamá hablo de mi sueño con una persona que decía tener ciertos dones, ciertas sensibilidad. Ella le explicó que nuestros difuntos sufren nuestro sufrimiento y eso no los deja descansar en paz. Recuerdo que le prendimos veladoras y alentamos a mi visabuelas a herlar contarle mi sueño. Pero supongo que lo único que a ella la livió fue solamente el paso del tiempo. Mi sueño no. El tiempo nada más. La resignación. Aprender a vivir con esas ausencias. Ojalá escuche mi relato por ahí y si no ya habérlo relatado por este medio se siente muy lindo. Así que gracias por este espacio, griel y por este sentido de comunidad tan cálido que hay en este lugar. Saludos y que tengan muy buenas noches comunidades

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