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🗓️ 2 September 2025
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Visitas macabras. Visitas de brujas, de espíritus, de ángeles misteriosos o algo que dice serlo. Visitas de criaturas, entes extraños que no deberían de existir. En este episodio de Relatos de la Noche, mi querida comunidad, vamos a conocer historias de manifestaciones que llegan de pronto, sin aviso, a lugares que nunca antes habían sido escenario de un evento paranormal…
Las historias de esta noche son la evidencia de que en cualquier momento, quizás más pronto de lo que crees, puedes ser tu protagonista de Relatos de la Noche.
¿Te atreves a escuchar?
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| 0:00.0 | De pronto escucharon que la puerta de la casa se abría, se levantaron con cuidado y salieron el pasillo. Todo parecía en orden. La puerta cerrada, el silencio de la casa igual que antes, |
| 0:27.4 | solo que el baño estaba apenas entrabierto, con la luz apagada y dentro, |
| 0:34.4 | alguien lloraba. Visitas macabras, visitas de brujas, de espíritus, de enqueles misteriosos o algo que dice serlo, visitas de criaturas, en desextraños que no deberían de existir. En este episodio de Relatos en la noche, mi querida comunidad, vamos a conocer historias |
| 1:09.3 | en manifestaciones que llegan de pronto. |
| 1:11.6 | Sin aviso, al lugar es que nunca antes habían sido escenario de un evento paranormal. |
| 1:17.8 | Las historias de esta noche son la evidencia de que en cualquier momento, quizás más |
| 1:22.0 | pronto de lo que crees, puede ser tu protagonista de relatos, de la moche. El primer de agosto se cumplió un año más el suceso más aterrador de mi existencia y por eso creo que tengo que compartirlo con ustedes. Creo que es el momento. ¿Dóso en la casa donde vivía con mis papás en el 2007? Era una casa sencilla pero comentaran las grandes que dan directo a la calle. Por las noches me gustó a quedarme despierto leyendo porque fuera todo se quedaba en silencio. Leí en ese tiempo los libros de Game of Thrones que me |
| 2:05.4 | había regalado mi tío, mucho tiempo antes de imaginarme que se convertirían en una serie. |
| 2:11.6 | Una de esas noches, ya pasando de las 12, estaba picado leyendo con escuchar un ruido |
| 2:16.2 | extraño en la ventana, como si alguien no hubiera raspado el vídeo con algo. Apague la |
| 2:21.9 | lampa para con la que leía para poder ver hacia afuera. En cuanto se apagó puse ver una figura somada en la ventana. No era un hombre, aunque lo parecía. Tenía una barba rara, espesa, pero no en la cara, la tenía en el cuello, como si tuviera pelo alrededor de toda la cabeza. Casi como un simio, pero con cara humana. Y había un detalle todavía peor, tenía cuernos pequeños, torcidos que brillaban con la poca luz de la calle. Sentí que casi me hacía pipir del miedo, porque lo más perturbador era su cara. No estaba pegada al vidro como alguien curioso, no, estaba la deada, como si tuviera que forzar el cuello para mirarme desde un ángulo imposible. La piel era áspera como de animal, pero los ojos eran humanos, eso sí, muy humanos. No me moví, apenas podía respirar. La criatura no sonrió, pero les juro que mostró sus sientes como para amenazarme y no eran de persona, eran como colmillos chatos, desgastados, amarillentos. Alegrítate a mis papás y en cuanto lo hice esa cosa bajó la cabeza y se perdieron oscuridad. Cuando ellos llegaron no había nadie afuera, nada, aunque se as sumaron y salieron a revisar. |
| 3:47.0 | Sé que no son la fantasía infantil, ya tenía 15 años sin nunca antes y nunca después he vuelto a tener una visión de ese tipo. Hola comunidad, me llamo Isaac y yo quiero contarles algo que me pasó hace unos años en un poblado de guasabez y naloa que se llama las culabras. Allí estaba en la casa de mis abuelos, nosotros así le decíamos, la casa de los abuelos, aunque ellos ya tenían varios años de haber muerto. Era una casa chiquita, de paredes, gastadas, ya también por el olvido, porque ya no se usaba diario, pero se había vuelto un símbolo de unión para toda la familia. Cada año en soniversario de bodas, todos los hijos y los nietos nos reuníamos ahí. Era nuestra forma de seguir recordándolos, de seguir teniendo un lugar al que pertenecer aunque ya estuvieramos repartidos por todos sin aloas ya esta sonora. Esa casa tenía algo especial, ahí habían crecido mis tíos, ahí pasamos tantos veranos de niños, y aunque con el tiempo se fue quedando vacía, todos entiamos que era un lugar que no podíamos dejar morir. Lo curioso es que cuando mis aguelos fallecieron, la casa se quedó sola, pero todavía había alguien que parecía cuidarla. El negro. El negro era un perro enorme, muy fuerte, de pelos cobro y duro. Había sido de mis abuelos y cuando ellos murieron, unos vecinos que vivían a unas calles su lado tardon. Ya lo cuidaban, le daban de comer, pero queda que nosotros llegamos a la casa, él también llegaba. Como si lo le era, como si supiera. Se quedaba ahí a dormir con nosotros, a vigilar la casa como lo había hecho toda su vida. Era ya un perro viejo, pero imponía. Al tú marcado en la cara por el cicatriz de peleas que |
| 5:45.9 | había tenido con otros perros, con ese ladrido grave y poderoso que hacía temblar el suelo. Para todo será como un guardián. Cuando se acercaba una de estas reuniones familiares decidimos llegar un poco antes, pero solo los primos elidad, para convivir un par de días antes de que llegaran todos los demás. |
| 5:43.2 | Eramos cuatro los que peneábamos ir, pero al final solo pudimos llegar dos, ni el primo Adrián y yo. Los otros tuvieron un percanso en la carretera y se tuvieron que regresar a Culiacan. Así que nos quedamos ahí, solos en la casa de los abuelos. La verdad nunca nos habíamos sentido con miedo en ese lugar, ni de niños ni de grandes. Sí, en la noche todo se ponía muy oscuro porque la casa estaba lejada del poblado, y cuando anochecía parecía que a fuera solo existía un universo vacío, pero nunca habíamos escuchado nada raro. Esa mochón supusimos a platicar. Había cervezas listas para la reunión, pero ni siquiera las tocamos. Pasamos horas hablando hasta que el sueño nos ganó y nos quedamos dormidos en la sala, sobre las higias y los sillones viejos. Yo es parte de golpe como las tres de la mañana, cuando escuché que Adrián se estaba levantando. Camino rápido se al eventan y después va a ponerle seguro a la puerta. Instrintivamente le pregunté qué pasaba y me dijo muy serio, sentí que alguien se está cercando. Esa forma de decirlo me lo la sangre, como que sentiste, soñaste algo o qué, él me respondió con el vos baja, pero firme. No, alguien viene. Me acerqué a la ventana y vi, yo también. Una mujer se acercaba saliendo de la oscuridad y luego se quedó parada justo afuera, antes de la cerca, mirándonos fijamente hacia adentro de la casa. Mi primera idea fue que se trataba de una vecina, alguien que había visto que llegamos y quería asegurarse de quienes éramos. Pero eran las 13 de la mañana, nadie se asoma esas horas, mucho menos en un poblado donde todos se conocían. La mujer levantó la mano y nos saludó. Adrián le gritó que se alejara de ahí, pero en cuanto dijo eso, la mujer abrió la cerca y empezó a caminar hacia la puerta. Nos alejamos de la ventana y escuchamos su voz. Dejen entrar. Nada más vengo a recoger algo. Dejen entrar. más vengo a recoger algo. Dejen mentirar. Nada más vengo a recoger algo. Y otra vez el IVA. Le respondí que ahí no había nada para ella, pero la mujer insistió. ¿Es algo que me deben sus amuelos? Voy a entrar entrar. Adrián y yo nos miramos. Nos negamos otra vez. En ese instante les escuchamos correr hacia la parte de atrás de la casa. Corrimos también para asegurar la puerta trasera. Ya ahí Adrián tuvo una idea. Se asumó por la ventana del frente y empezó a chiflar. asilvar, fuerte, insistente. Yo no entendía que estaba haciendo hasta que lo escuché. Un ladrido lejano, profundo, un ladrido que conocía, era el negro. Como no habíamos puesto música, no se había dado cuenta de que había gente en la casa. El negro llegó corriendo, gruñendo y ladrando con toda su fuerza. Aforas escuchó como si estuviera peleando con algo, pero ese algo con lo que peleaba no sonaba como una mujer, no sonaba como lo que acabábamos de ver. No sé cómo describirlo, era un ruido extraño, seco, como de algo grande resistiéndose que luego se alejó corriendo hacia la oscuridad. Después de unos minutos todo se calmo, el negro se quedó parado frente a la puerta mirando fijo, con el pelo alizado, hacia la noche, hacia donde le habíamos visto por primera vez. Nosotros mejor le abrimos, y aunque él nunca había sido un perro de meterse a la casa, esa vez lo dejamos entrar, sólo así pudimos volver a respirar, asentarnos. El negro se quedó toda la noche frente a la puerta, sin moverse, con la mirada clavada hacia fuera. Ya casi amanecía cuando volvió a ladrar, nos acercamos con mucho cuidado a la ventana y la vimos otra vez, la mujer estaba de nuevo ahí, detrás de la cerca, para de en el mismo lugar, y entonces ocurrió, ocurrió lo más espantoso, la mujer se levantó el vestido, lentamente y dejó ver sus piernas, les juro por mis padres que no eran piernas humanas, dejaban como patas de cabra o escuras y así las tenías hasta las rodillas. Yo me quedé sin aliento, Adrián también lo vio porque me apretó el brazo con tanta fuerza que me dolió. Ella va a colvestir otra vez y sin dejar de mirarnos sacó como de su espalda unas tijeras enormes, oxidadas. Con ellas hizo un gesto, un movimiento fuerte como si cortara algo en el aire. Se quedó ahí, y móvil, con las tijeras en las manos hasta que el sol emfazas a salir. Solo entonces sería la vuelta y se lejó poco a poco, perdiendo es lo que quedaba de oscuridad. Cuando llegaron los demás primos el día siguiente les contamos lo que había pasado, pero no sabía nada, y nuestros padres tampoco, nadie había tenido nunca a un encuentro así en esa casa, ni cuando eran niños. Han pasado ocho años ese esa noche, y hasta hoy nunca se volvió a aparecer, pero ni familia cuando hablamos de esa casa, cuando volvió a salir el tema de que ya nadie se atreve a ir a quedarse solo. Todos sabemos de quién estamos hablando cuando mencionamos, a eso que nos visitó a las tres de la mañana. Y el negro, ya no está para cuidarnos. Gracias por seguir con nosotros, comunidad. Historias como la que acabamos de escuchar, nos recuerdan que hay relatos que no vienen de leyendas populares, lejanas, ni de rumores de pueblo, sino de lo más íntimo, de la familia, de las casas que habitamos. recuerdos que se viven de cerca y se transmiten de padres a hijos y que con el tiempo se convierten en la clase de relatos que nadie puede olvidar. Si ustedes también guardan una historia así, en la memoria de su casa o de su familia, pueden compartirla con nosotros en mi relato de la noche a robajimel el punto com, tal vez pronto lo escuchamos aquí, entre todos. Pero por ahora sigamos, todavía quedan muchas más historias esta noche. Hola a todos, espero que es también. Me llamo Cari y quiero contarles algo que me pasó hace un par de años, cuando todavía no tenía mi bebé y trabajaba como dependiente en una tienda de conveniencia, dentro de una solinera en la carretera. Contrario lo que pueden pensar era un trabajo tranquilo. La mayoría de las noches no entraba casi nadie, salvo uno que otro viajero cansado que paraba a comprar un café, agua o algún chocolate para el camino. Yo nunca tuve miedo en ese lugar, porque aunque estaba sola en la caja, afuera siempre había por lo menos dos despachadores cuidando las bombas de gasolina. A veces llegaba algún personaje raro, ya saben, gente que hablaba sola o que parecía demasiado nerviosa por estar en medio de la nada. pero nunca pasó nada grave hasta esa noche de la que voy a platicarles. Yo estaba detrás de la caja, viendo si a la carretera por la ventana grande quedaba al frente, esa cinta de asfalto parecía infinita, con una que otra luz se trae leirá lo lejos. Entonces, vio una figura que venía corriendo. Sí, por la carretera, pero corriendo. Al principio pensé que era el gum viajero que había tenido un accidente, o algo así, pero mientras más acercaba, más me daba cuenta de que algo no estaba bien. Corría de una forma muy rara, como si no supiera hacerlo. las dos manos las movía al mismo lado hacia la derecha y luego hacia la izquierda. Rígida, torpe, como una marioneta. La travesó la gasolina, racorriendo y chico directo hasta la puerta de la tienda. Justo ahí se detuvo, y después entró caminando lentamente, como si de pronto hubiera recordado como se hacía. |
| 15:03.0 | La luz blanca del lugar me permitió ver la vía. Su piel no se veía normal, no era rucada ni marcada por la edad, era suelta como si la cara no le quedara, como si la piel y le fueron a más caramel puesta sobre otra cosa. |
| 16:45.0 | Y los ojos era todavía más evidente, alrededor de las cuencas se la notaba roco, carne viva, como si lo que había debajo tratar a desalier. Si acercó hasta mi y puso las dos manos sobre el mostrador, muy despacio, también parecía en guantes flojos, fiel que colgaba sin ajustarse la forma real de lo que había debajo, me miraba fijamente y sonrió, tenía los sientes negros, y luego inclinó la cabeza hacia un lado, como con ternura, como si me estuviera cuidando, yo trague esa liba y con la voz que brada le pregunté, puedo ayudarla. Está bien. Ella sonrió más y me contestó. No estás diciendo ahí. No. No pude evitar sentir que era ridículo, pero la voz. La voz sonaba como varias voces bajitas al mismo tiempo, una encima de la otra, como si dentro de esa piel hablaran muchas bocas distintas. Inistintivamente volteaba buscar a los espachadores afuera, pero no había nadie. Ninguno estaba en su lugar. La mujer no se movía. Seguía ahí tan cerca que yo no podía salir sin pasar a su lado. Le pregunté si necesitaba algo. ¿Quieres agua? Comida. No. ¿No? ¿No respondió sé que hacibadear entonces le puedo dar algo le pregunté, ella se tocó el pecho con las uñas negras casi como si quisiera señalarme que lo que yo podía dar le estaba ahí adentro. En ese momento había algo que me hizo estar todavía más nerviosa. Afuera, en la gasolinaera, una camioneta vieja llegó del lado contrario de donde llegó la mujer y se paró muy despacito con las luces apagadas. Estúgono segundos ahí, en silencio de frente a nosotros. Yo no sabía si pedir ayuda o no. Por alguna razón la que me honeta me daba el mismo miedo que la mujer que tenía en frente. Ella no volvió ni un centímetro. No pareciarse cuenta de esa que me honeta o no le importaba. |
| 18:08.0 | La que me honeta rancó otra vez sin cargar gasolina, sin esperar al despachador. |
| 18:13.0 | Y se fue perdiendo en la carretera. |
| 18:17.0 | Yo me quedé frente de la mujer, frente al ángel. |
| 18:22.0 | Cada vez más atrapada en sus detalles que no podía dejar de ver, no podía partar la mirada. Mientras más la bella, más me daba cuenta de que nadie en su apariencia era humano. La forma en que la piel corgaba, la manera en que sus sonrisas nunca se movía, sus ojos secos. No sé cuánto tiempo pasó hasta que uno de los espachadores finalmente se dio cuenta y se acercó a la tienda. Abrió la puerta y preguntó si todo estaba en orden. La mujer, si mover un milímetro de sus sonrisa, volteó hacia él y respondió con esa misma voz de muchas voces. Está bien, solo vas a ver a la mía. Después se giró y salió de la tienda, y en cuanto puso un pie, afuera comenzó de nueva correr de esa forma rara, moviendo las dos manos al mismo lado, hasta seguir su camino y perderse en la carretera oscura. El despachador se quedó pensando confundido, antes de que yo le dijera algo, y me señaló que alcanzó a verle el rostro, y que había algo profundamente inhumano en su expresión. Lo más raro es que en kilómetros a la redonda no hay casas ni negocios ni fábricas. No hay nada. ¿De dónde había salido esa mujer? ¿A dónde iba? ¿Y qué quería decir con que era un ángel? ¿Alguien aquí en la comunidad tiene alguna teoría o alguna experiencia remotamente similar? favor me encantaría saber que no soy la única allá fuera. |
| 20:09.0 | Yo todavía me he preguntado qué fue lo que vi. Quiero pensar que fue una persona extraña, muy extraña, pero no logro convencerme de todo. No se olviden de rezarle oye a su ángel de la guarda, comunidad. Antes de continuar con la última historia de esta noche quiero aprovechar para agradecerle a todos y a todas por continuar enviando sus historias. Recuerden que son muchas, muchas las que recibimos por semana, así que hacemos siempre una mezcla entre historias viejas, historias que acaban de llegar. Y bueno, también aprovecho el intermedio, pero recordarles que si quieren seguir acompañándonos más allá de estas historias, más allá de este espacio, pueden encontrar nuestro libro de relatos de la noche disponible en línea y en la mayoría de librería cerca de ustedes, aunque ya se está acabando en varias. No es un recopilatorio del podcast, sino un proyecto literario donde encontrarán cuentos oscuros, aterradores, melancólicos en los que trabajé mucho para que tuvieran la misma esencia, el mismo lenguaje que nos |
| 21:25.6 | une cada noche por aquí. Pero claro, en un formato distinto y con mucha libertad, siendo historias de ficción. Les vamos a dejar un enlace en la descripción para que puedan conseguirlo y llevarse un pedazo de este proyecto a casa. Y ahora sí, apaga la luz y preparate, porque todavía falta la última historia de esta noche. Buenas noches, quiero compartir un relato que me contó mi mamá hace ya varios años, si, que sea enónimo por favor. Es algo que ella vivió cuando era niña, puntos hermanas de mayor. Verán, para llegar a esta historia tengo que explicar por lo que estaban pasando. En ese tiempo mi abuela acaba de separarse, la situación era muy difícil. Ella decidió alejarse de la ciudad donde vivían para escapar de mi abuelo, que era un hombre terrible y tratar de empezar de nuevo con sus dos hijas. tenía que mantenerlas ella sola, así que tomó dos trabajos distintos y casi nunca estaban en la casa, muchas veces ni siquiera por las noches. Mi mamá tenía 8 años y mi tía 10, eran muy chiquitas pero se habían cuididadse bien. un conocido de la familia para ayudarles les prestó una casa. una casa vieja muy sencilla, con apenas un par de camas yo en la sala. no era mucho pero era suficiente para sobrevivir. la había estado años deshabitada pero ellas la vieron y reconocieron ahí algo más que un hogar. Reconocieron un refugio. Lo que tanto les hacía falta. Mi mamá siempre dice que desde que entraron sintieron que la casa tenía una tristeza rara. Al principio lo tribullaron a su situación. A ver dejado su ciutad, buenos aires, sus amigos, incluso a mi abuelo, por más malo que hubiera sido, seguía haciendo su padre y todo el cambio les dolié. Así que trataron de acostumbrarse, de adaptarse, preparaban su tarea y esperaban a mi abuela cuando podían y se acompañaban entre ellas. La familia se unió mucho, ejan ellas tres contra el mundo. Pero una noche ocurrió algo que mi mamá nunca olvidó. Era la vispera de su primer día en la nueva escuela. Ella y mi tí estaban en su cama, emocionadas y nerviosas, acomodando sus cosas para el día siguiente. Y entrarían una escuela distinta con gente que no conocían. Y era de esos nervios que se disfruten porque a todos nos gustan algún momento esa oportunidad de iniciar de nuevo. La fuerza estaba todo en silencio. De pronto escucharon que la puerta de la casa se abría. No se asustaron ni nada porque supusieron que era mi abuela, que tal vez había salido más temprano del trabajo. Luego escucharon pasos que cruzaron la sala rápidamente y fueron directos al faño. Lo extraño fue que no les escucharon saludar como siempre hacía, llegar a ver como estaban y presentieron algo. Las dos se miraron, se levantaron con cuidado y salieron el pasillo. Todo parecía en orden, la puerta cerrada, el silencio de la casa igual que antes. Solo que el baño estaba apenas entravierto, con la luz apagada y dentro, alguien lloraba. Era un llanto muy feo, muy fuerte, lleno de tristeza, Y mamá recuerda que se quedaron paradas frente a la puerta, dudando cientrar o no. Querían pensar que era su madre pero al mismo tiempo sabían que ese llanto no son nada como el de ella. Es más profundo, más sólido, como si la Personas estuviera descarrando por dentro. |
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