Y envenido al vive, eres sanado.

Y eres sanado, una o otra vez.

Y creíblemente llegamos al último servicio del año.

Y nos vemos obligados a hacer una suerte de desprolijo, balance de este álgido

y singular 20, que para nosotros como digo, fue y es un año de cosecha.

Claro, el principio nos lo tomábamos a broma, era enero,

y ya se oía necos de que había parecido un nuevo virus infeccioso en China,

pero quedaba lejos, ¿no? Era Asia.

En febrero el asunto fue ganando importancia y se empezó a escuchar

que el coronavirus había llegado al norte de Italia, pero aún eso para nosotros

por lo menos nos quedaba demasiado lejos, era Europa.

Y finalmente la Organización Mundial de la Salud decretó la pandemia,

anunciando que entrábamos en una nueva normalidad.

Y de repente despertamos y el año 2020 se había suspendido.

Hasta en Disneyland y Disney World, la verdad, superó la magia,

como dije acá una vez cuando esta pandemia comenzó, la muralla china no fue tan fuerte

para detener el contagio.

Nueva York y Las Vegas, las ciudades que nunca dormían, fueron obligadas a apagar la luz

y a descansar a la fuerza.

Ya ningún camino quiso conducir a Roma porque lo primero que se cerró fue el espacio aéreo

para llegar a Italia.

El representante de Dios en la tierra, por lo menos según el catolicismo,

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