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Duelo por la muerte de mi padre | Hernán Casciari

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Society & Culture, Technology, Education

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🗓️ 21 March 2019

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Summary

El escritor Hernán Casciari no lloró cuando su padre murió. Recién lo hizo cinco años más tarde cuando lo etiquetaron en una foto en Facebook. Hernán estaba en el bar de un hotel en Costa Rica cuando por fin pudo llorar la muerte de su padre. En su charla, que combina emoción con humor, cuenta esta historia por primera vez sin llorar. Les advierto que Hernán utiliza algunas palabras que pueden resultar ofensivas para algunos. Para más ideas de TED en Español, te esperamos en TEDenEspanol.com.

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Queridos amigos de Teden Español, ahora que terminamos la octava temporada de nuestro podcast, queremos volver a compartir con ustedes algunos de los episodios que más nos gustaron. Les cuento también que estamos preparando la novena temporada que empezará en julio de 2022. Recuerden que si quieren suscribirse al boletín semanal de ideas en nuestro idioma, ver las charlas de Teden Español o seguirnos en las redes sociales, pueden asarlo en Tedenespanol.com. Los dejo con la charla de esta semana. El escritor Hernán Casiar y Nolloró cuando su padre murió. Recién lo hizo cinco años más tarde cuando lo etiquetaron en una foto en Facebook. Bienvenidos al podcast de tdnespanol, soy Jarriga Urzki Bulski. Hernán estaba en el bar de un hotel de Costa Rica cuando por fin pudo llorar la muerte de su padre. En su charla que combina emoción con humor cuenta esta historia por primera vez sin llorar. Les adierto Carna un no utiliza algunas palabras que puedan resultar ofensivas para algunos. Les voy a leer una cosa que me pasó hace tres años en el año 2013 de ese y que tiene que ver con una foto que me hizo mal, vi una foto que me hizo mal, la voy a contar en presente, yo estaba en San José de Costa Rica, en un hotel dando una charla, y la voy a contar muy en presente como si estuviera ahí, estoy en San José de Costa Rica, está yo viendo, acabo de pedir un café en el barro de Lotel, estoy desayunando, abro la portátil y de repente aparezco etiquetado en una foto de Facebook. Y pienso que se trata de un error porque a primera vista no me veo, no me reconozco. Eso es solamente un segundo, menos de un segundo, incluso, hasta que entiendo. Me quedo mirando la foto que estoy viendo en Facebook con los ojos abiertos sin pestañar, me quedo mirando, pasa un rato, después pasa otro rato y mi gesto queda congelado. Me quedo inmóvil mirando esa foto,

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como las líberes que se quedan quietas

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en la ruta cuando vieron camión de frente.

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El mozo del hotel debe pensar que estoy mirando porno

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en tres dimensiones en la portátil,

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un porno nuevo, un porno genial,

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porque ni siquiera reacciona cuando llega con el café con leche

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y un gordo siempre reacciona cuando llega el mozo. Aún esfuerzo tremendo para no llorar, porque somos un montón de extranjeros desayunando en ese buffet y no quiero que nadie me vea de esa manera. Me asalta el llanto porque desde que se murió mi papá en julio del 2008 y ahora estamos en octubre del 2013 en Costa Rica. O sea, desde que se murió mi viejo cinco años antes, esta es la primera vez que veo una foto de él sin desenfocar los ojos, putos Facebook y las etiquetas intrusivas. No tuve tiempo para armar el desenfoque de ojos. Un segundo golpe me subrache ese desconcierto. Yo creía conocer todas mis fotos familiares, pero esta no estaba nunca en los álboles de la infancia. En la foto hay un cielo limpio de verano, hay una nube inofensiva, recortada, hay un edificio que recuerdo bien,

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que es un edificio de Pepsi.

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Estamos en la placa más famosa de Mar del Plata. ¿Dónde había estado esa foto todo el tiempo? Me pregunto, la respuesta es simple en ninguna parte. Era una diapositiva de mi abuelo materno que yo nunca había visto. y Tía Ingrid decidió digitalizar las fotos familiares

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antes de que el tiempo las volviera inservable

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es cuando encontró esta, se la mandó por... no nunca había visto. Mi tía ingrid decidió digitalizar las fotos familiares

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antes de que el tiempo las volviera inservable es cuando encontró esta, se la mandó por Meila, mi mamá y mi mamá la subió a su Facebook. Dos horas después yo estoy en esta mesa, de costar rica con la guardia baja, pensando cuánto nos gusta a los gordos, el buffet libre de los hoteles. Y entonces la imagen me asalta sin que me pueda defender. Me pasa algo con las fotos de mi viejo después de su muerte. No me gusta verdad. Hace cinco años que las escribo. En realidad, cuando no hay más remedio entrebe o alguna, en la entrada de casa de mi hermana, hay dos fotos de mi papá. Pero antes de pasar por el pasillo de esa entrada, yo preparo muy bien el Photoshop de los ojos, pongo el filtro Gaussi-Amblur al 65% entonces paso y la veo desenfocada, de cagazo. Ojo, no me da miedo verlo ni es que me ponga inmediatamente hacer puchero. Es más parecido a una superstición, no mirar las fotos de mi viejo después de muerto. Una vez Dolina dijo algo en el arroyo que me quedó grabado, dijo que en las fotos donde aparecen muertos queridos, los muertos saben que están muertos y te miran desde la foto con un gesto cómplice como diciendo que va a ser hermano. Así te miran. Yo no sé si es verdad, pero cuando anda cerca una foto de mi papallo, el esquivo por las dudas, es una forma de preservación. Es el mismo mecanismo que me instituió durante todos esos años bizarre la casa del pueblo donde en así, y en la que mi papá se murió. Las muchas veces que yo fui argentina, porque deiene España, pasé de largo por mi casa de Mercedes, porque quiero mantener en la memoria otras imágenes de esas habitaciones, unas imágenes más inofensivas, más cotidianas, en las que nadie se muere en el sillo del comedor. No sabría qué hacer en esa casa, si la recorriera hoy, del mismo modo que ahora en Costa Rica no sé qué hacer con esta foto de Facebook, que se aparece siempre aviso cuando ni siquiera empecé a desayunar. En la foto hay un cielo y hay un edificio que dice Pepsi, y aunque tenga tantos años, la foto para mí es una foto nueva, porque yo nunca había visto ni antes ni ahora una imagen en la que estuvieramos los dos tan cerca, tan al principio de nuestra historia, puede ser enero o puede ser febrero del año 73, no más que eso, y mi papá me tiene brazos. En la foto yo estoy a punto de cumplir dos años y nos estamos mirando. Él me mira de frente, yo lo mira un poco de reojo. Yo ya sé que es mi papá en esa foto. Me pregunto mientras se enfria el café en Costa Rica. Supongo que sí, en los dos años, uno ya sabe reconocer las relaciones intensas. Y él ya sabe que soy su hijo, quiero decir, en el sentido más profundo y absoluto, sabe que soy su hijo, sus sonrisa parecen de carque no, todavía no sabe que nunca voy a ser un buen tenista, no tienes la menor idea de que en el futuro se va a quedar muchas noches en vela, sin saber a dónde estoy, ni a qué hora volveré, si es que vuelvo, no sabe que un día me voy a ir a vivir lejos y que no voy a estar cerca cuando se muera, no lo sabe ahí. Es verano, es mar del plata, no tiene por qué saber eso. ¿Qué sabe de mí? Entonces, ese hombre, que quiere de mí, esa tarde. en ese momento en cómo será nuestras charlas del futuro, como yo pienso en mis charlas futuras con mi hija, entiende por lo menos se imagina que mi mano derecha regordeta y flexible, gesta en posición dactilográfica. Sabe que voy a ser escritor, no lo sabe. Sabes que voy a escribir a veces sobre él cuando crezca que un día voy a estar frente a 10.000 personas hablando sobre él, sabe que cuando se muera voy a tardar 5 años en llorarlo de verdad y que lo voy a hacer en un hotel de Costa Rica y no en su entierro ni siquiera en nuestra casa a la que no puedo volver, sabe eso, no lo sabe. Por eso nunca quise ver fotos ni entrar de nuevo al comedor de mis casas, porque no me gustan las preguntas que aparecen cuando estoy con la guardia baja pensando mi viejo. ¿Qué va a pensar el mozo del hotel? Al ver un gordo que empieza a llorar en silencio mientras desayuna. Yo he tratado de calmarme, pero no puedo. Ahora pienso que voy a cumplir dos años en esa foto. Pero me llama más la atención su edad, la de mi papá que la mía, Roberto está a punto de cumplir 29. Tiene un montón menos de años que yo. Es un chico joven con su primer hijo embrzos, conozco esa sensación, la de tener a tu primer hijo en brazos y creer en la eternidad. Tengo que llorar, pienso. Alguien se tenía que hacerlo. Los jodidos que se encostar rica tan lejos de todo y que hay una pareja de holandeses viejos mirándome. Los jodidos que se me haya cerrado les toma gojusto en un buffet libre. Ojalá sea verdad que Facebook quiebra en dos o tres años, odio Facebook. Porque no era cado donde había que llorar, no era obra. Había que llorar la noche que llamó mi hermana para avisar que Roberto se había muerto, pero no pude llorar esa noche. Yo estaba jugando con Nina con mi hija que tenía cuatro años en el estudio de mi casa de Barcelona, las vampanas del verano estaban abiertas. Cuando supe lo que estaba pasando, mi primera reacción fue que Nina no me viera llorar y entonces le pedía su mamá que se la llevara. En ese momento tuve miedo de quebrarme y que ella, mi hija, se asustara de mí, ese llanto no resuelto, no se resolvió nunca. Casi consigo llorar una semana después en Buenos Aires, arriba de un escenario, cuando salimos con mi amigo Chiria presentar mi primer libro, y Roberto no estaba en la primera fila. Pero tampoco pude llorar ahí, En un momento antes de empezar a firmar libros en el Jol de ese teatro, un amigo de Marcedez, Fernando Luna, me llamó a parte, Fernando es un amigo muy viejo de Marcedez, que había ido a ver la presentación de mi libro. Pero tengo que contar algo sobre Fernando, antes de decir lo que me dijo, una semana después de la muerte de mi papá. Tengo que contar que hace muchos años en 1992 o 1993, yo trabajaba en una revista en Mercedes y viaje a Mar del Plata a ser una entrevista a Fernando Luna. Era así un programa de televisión muy visto en mi pueblo en donde interceptaba Mercedes en Mar del Plata y le hacía reportajes. Su esposa era la camarógrafa de ese programa y sus hijos tiraban los cables. Fernando tenía dos hijos. El menor, León, había cumplido o estaba por cumplir diez años. Esos días que estuve con la familia de Fernando L en Mar del Plata pude ver de cerca la relación de Fernando con su hijo. Tenían una complicidad brutal, sobre todo en temas futbolísticos y los dos me hicieron acordar mucho a mi relación con Roberto. Una mañana Fernando me estaba contando para el reportaje que yo le hacía que había ido con su hijo León a ver un poco independiente por las copas de verano en Marte del Plata y que se perdieron con el auto y se pasaron de la cancha y llegaron recién para el segundo tiempo cuando independiente ya ganaba un oacero y después hubo un gol de boca y lo anularon y Fernando me decía no sabes qué bronca, nos perdimos el primer gol Y el único que sí pudimos ver ni siquiera fue gol. Había un tipo que puteaba en la platea que le tiró una botella largo y trotó.

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¿Tas acordás León? Y León lo miró el papá y le dijo, ¿erás vos, papá? Me acuerdo de muchos pinpones entre Fernando y León, pinpones verbales, entre los dos como si lo subieran planeado de antemano y yo pensaba que si y esos pasos de comedia eran espontáneos, estaba muy bien, pero que si lo sabían preparado

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para hacerme reír eran el mejor padre del mejor hijo del mundo. Un tiempo después creo que un año más tarde le onsen murió de repente a los 11 años de una enfermedad fulminante. Yo vivía ya en Buenos ayer, es decir el que me avisó de la desgracia por teléfono, fue mi papá. Esa mañana, cuando colgué, yo reé de una manera descomunal, de una manera igual a la que había empezado a llorar en Costa Rica. Me dio un ataque de llanto con espazmos cortos, como hipo gigantes, y creí que no iba a poder parar nunca. El modo en que mi papá Roberto me dio la noticia por teléfono fue de moledora. Creo que la causa de mi llanto fue esa. No dijo nada especial porque era muy tímido para las situaciones graves, pero había algo en su voz que intentaba decir, estoy asustado. había una inflexión en el teléfono que decía, nunca me hagas eso. Pasó otro año y confirmando Luna fundamos un periodo y con Mercedes, charramos mucho en esa época y un día me contó que la foto que está en la tumba de León, la había sacado yo a aquellos días de Mar del Plata y me preguntó si si quería ir a ver esa foto. Yo le dije que no, aunque recordaba la foto perfectamente. Fernando también me dijo esa tarde que podían cicatrizar ciertas heridas menores después de la muerte de un hijo, pero que nunca se podía volver a ser feliz. Hacía muchos años que yo no veía Fernando. Cuando lo voy a aparecer en el Jol del Teatro, esa noche del 2008, una semana después de la muerte de mi papá, me llamó a parte Fernando. Suspeché que me iba a dar el pésame, como ya había hecho otro montón de Mercedes durante esos días, pero solamente me saludó y me dijo, esta mañana te mandió un mail, lo leíste. Yo le dije que no, que había estado todo el día de un lado para el otro y me dijo, leílo, ornan, leílo. Releíé ese mail que es una especie de foto verbal, me iba a servir de mucho tiempo después en una habitación de costar rica para calmar el borde botón de yanto. Ese mail decía así, lo escribió Fernando y decía, la semana pasada, yo salía de comprar un disco de Sabina en el centro de Mercedes y me crucé a la librería para ver si ya había llegado tu libro y en el cordón de la vereda estaba tu viejo con tu libro en la mano.

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El tipo estaba mirando la vidriera porque el libro había puesto un montón de libros tuyos apilados. Como si fueras un vetzeler, un día ni una tu hija, vas a regrante y vos vas a entender mejor esto que te cuento. Te lo escribo y se me pone la piel de gallina, como si estuvieron la bombonera.

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Nos pusimos a hablar con tu viejo,

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creo que me dijo que chichita me estaba... te lo escribo y se me pone la piel de gallina gordo como si estuvieron la bombonera.

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Nos pusimos a hablar con tu viejo, creo que me dijo que Chichita me estaba buscando para ir al teatro a verte y en un momento se hizo un silencio. Ahora me doy cuenta de que yo quise decirle algo y no encontré las palabras. Yo quería decirle a tu papá que siempre te vi como un gordito terrible. yo quería decir de que siento un placer enorme cuando en boca aparece un jugador nuevo

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en la trascera jugada baticino. Este va a ser un crack, este en boca la barromper. Me pasó con Riquel, me combati, me pasó con Márcico y hace unos años me pasó con tu hijo Roberto. Eso le quise decir, pero no le dije nada. y igual, debe haber entendido algo porque las personas también somos sintintos.

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Por eso me miró a los ojos como hacía tu viejo medio de costado y me dijo, bueno, nos encontramos en el teatro en Buenos Aires. Creé que nunca hable tanto con él de cosas importantes como esa mañana. Después, y esto lo sea hora porque creen Dios y y porque no tengo un hijo que escriba libros,

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porque el mío se fue antes, confirmé que tu viejo era un gran tipo. Y eso, Gordo, es mucho más difícil que escribir libros. Cuando me fui, él se quedó ahí en frente de la plaza, con tu libro en la mano mirando la vidriera. Al otro día, me dieron la noticia, y no lo podía creer. te lo tenía que contar porque esa verdad no es una frase, lo hiciste feliz a el último

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