Son muy graciosas las cosas que nos recuerdan los tiempos pasados.

Pues se une aroma, pues se una canción y nos encontramos regresando años anteriores

anhelando ese tiempo en que nos era conocido un tiempo de la vida donde

todo parecía ser más minimalista, más simple. Y yo digo siempre que hay días determinados

días grises que queremos meternos de vuelta en esas fotos color sepia o blanco y

negro cuando éramos unidos, cuando estábamos todos juntos esos días cuando

éramos niños y no se nos ocurrían las distancias geográficas y pensábamos

que nadie se iba a morir nunca y que una sola casa bastaba para todos los días

sin heridas, sin grietas políticas ni religiosas cuando se cerraba la puerta

después que entraba el último, los días tranquilos, los días serenos, todos recordamos

con hostar que los días de marea baja, pero al igual que nosotros hasta nuestro barrio

si pudiéramos volver los que podemos vemos que están bejeciendo, uno se puede alejar

del país en el cual nació pero dicen por ahí que nadie se aleja para siempre del barrio

en el que se formó, porque el barrio es el escenario de todos los comienzos, la primera

escuela, los primeros amigos los tuvimos allí, la primera novia aunque ya nunca lo supo,

la memoria de los muchos juegos en la calle, que en ese entonces en la calle era patrimonio

de todo el mundo, todo el mundo podía usar la calle, en la calle de nuestros barrios

independientemente del país donde haya nacido y creado competieron por primera vez muchos

de los atletas de todos los tiempos, todos los que subieron después a lo alto de un podio

y los que jamás conocieron la alegría de un premio, pero todos jugamos, porque los barrios

hablan de una época cuando las puertas de las casas permanecían abierta, ¿se acuerdan?

Que capaz que en los Estados Unidos también puede ser una costumbre, pero en América

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