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Relatos de la Noche

Brujería y Rituales Macabros (Relatos Paranormales)

Relatos de la Noche

Sonoro

Drama, Fiction

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🗓️ 13 October 2025

⏱️ 32 minutes

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Summary

En este Vol. 4 de Octubre de Relatos, nos adentramos en historias donde la brujería y los rituales dejan marcas en nuestros protagonistas. Marcas que no siempre se ven. Una herencia mínima que trae un peso invisible, un pueblo costero que escucha gritos cuando ya no queda nadie, y un juego con una moneda que jamás debió empezar.

Tres testimonios reales, contados con calma y con cuidado, sobre promesas rotas, puertas que no sabemos cerrar y consecuencias que siguen buscándonos en la noche. Apaga la luz… y escucha con respeto, sobre todo porque es octubre y los espíritus están cerca.

¿Te atreves?

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Transcript

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Mi abuelo se escuchó clarito, dijo que no eran más fuertes ni las débilas que antes,

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eran los mismos, no tenían palabras, no tenían insultos, no tenían nombres, era una queja larga, una voz de mujer que salía de una casa donde ya todos habían, no habían nadie. Muy buenas noches comunidades, les damos la bienvenida a la nueva entrega de este octubre de relatos, esta vez con un tema que es pesado, denso, sobre todo en estos días, en este mes, cuando el mundo del espiritual, de lo paranormal, se entrelasa con el nuestro, es un mes de tener mucho cuidado, incluso como que parezca

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el más inocente de los juegos, o pueden terminar como los protagonistas de nuestras siguientes historias. Sin más, es momento de pasar, a lo relato se hoy, tienes una última oportunidad para dejar de escuchar sobre todo si este es un tema sensible para ti o con el que hay este nido previamente

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algún tipo de experiencia. Estos temas hay que tratarlos y escucharlos con mucho cuidado. Es un momento de comenzar. Estás escuchando relatos de la noche. Cuando mi te amurio un mechto coayudarle en per su casa.

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Bueno... Cuando mi teamurio me tocó ayudarle en la casa. No era la más cercana de la familia, era una prima de imamaz y hermanos pero vivíamos en el mismo estado ya vez que es la visitábamos en su cumpleaños o en el día de Navidad. Siempre me pareció una mujer seria, demasiado reservada. Siempre me pregunté por qué nunca se casó ni formó una familia. El día que fuimos a limpiar la casa estaba ya casi vacía. Ella tenía pocas cosas pero todas bien guardadas, ordenadas, muebles antiguos, frascos con etiquetas escritas a mano, retratos de gente que nadie reconocía. Muchos. Yo me puso revisar los cajones del tocador que estaban sobre cámara. Eran cajones pesados de madera. Y en uno de ellos, no te que en el fondo sonaba como hueco. Lo levanté con cuidado y encontré un compartimiento escondido. Ahí dentro, había algo cubierto como un trapo de terciopelo rojo, llamarrado con una cinta de cuero. En la cinta, grabado, estaba mi nombre, mi nombre completo. Por un momento me quedé mirándolo sin saber qué pensar. Nunca fui su sobrino favorito ni mucho menos, ni siquiera el más cercano. De hecho apenas hablábamos, pero me pareció bonito que me hubiera dejado algo, quizás era de valor, así que, debo confesar que lo guardés ni decir nada y me lo lleve a la casa. No quería que también pasara por la revisión y la repartición que estaba organizando mi familia. Esa noche al llegar a casa se ha que mi experiencia como la pensaba, y lo tomé de mi mochila donde lo habéis condido. Teníamos mucha curiosidad, desaté a la cinta, quité el trapo y lo abri. Era un espejo, un espejito hermoso antiguo con el marco dorado y un grabado en realidad que parecía ramas entre las adas, un espejo como los que las mujeres

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traen en la bolsa para maquillarse, no tenía nada raro salgo porque no me había reflejado de inmediato, había algo para con él, sentí que tras apenas un instante pero lo note, pensé que era mi Imaginación o la luz tenme de mi cuarto. Lo dejé sobre el burro y apagué la luz. Pero al poco rato escuché un ruido muy leve, desde dentro del baño. Al quiento caigo un vidrio, la ventana, vuelve espejo, pero un vidrio. Me levanté, y encendí la luz, revise el baño. Nada, pero de verdad quería verlo escuchado. Pasaron los días y me olvidé del asunto, hasta que empecé a notar algo que no me dejaba tranquilo. Cuando me veía el espejo del baño con la luz apagada, o con la puerta entre abierta, sentía que me reflejo no se movía al mismo tiempo que yo no sé si tiene sentido lo que digo era solo un instante de diferencia pero suficiente para que me hiciera sentir muy incómodo. Pense en grabarlo con un celular pero no quería ver lo que podría salir después empecé a despertarme por las noches pero no por los toques sino por una voz, una voz de mujer que salía del baño, pero en cuanto despertaba por completo dejaba de escucharla, como si solo pudiera percibirla dormido o a medios despertar. Así que una mañana le conté a mi mamá, ella me escuchó en silencio sin interrumpirme, y cuando terminé no se río, no se burló ni siquiera dosas de mí. Lo primero que me dijo fue, traelo por favor, pero bien cubierto. Fui por el espejo, ella lo tomó sin mirarlo demasiado. Lo envolví otra vez con el trapo rojo, le amarró la misma cinta de cuero, y me pidió que la acompañara. Maricamos hasta la casa de mi tía. La puerta todavía tiene el listo negro del velorio. Entramos sin decir palabra, cruzamos el patio llegamos al salfondo, donde había una hiquera enorme. Con una pala vieja mi mamá cabuno centímetros y colocó el espejo ahí adentro. Luego lo cubrió con tierra. Puso una piedra encima y dijo en vos baja, son cosas de tu tía. No sé que era, pero no era nada bueno. Yojalá que se quedé enterrado ahí. Yo no pregunté nada más, me quedé callado todo el camino de regreso y hasta ahora, lo pregunto nunca en nada al respecto. Esa misma noche ya dormí tranquilo por primera vez en días, pero desde entonces siempre antes de dormir, aunque sea un segundo, pienso en ese espejo, El si de verdad me enterramos lo suficientemente profundo. Si alguien más algún día llegue a encontrarlo, te desembolverlo, terminarlo que alguien empezó, lo que sea que se suponía que tenía que pasar. La casa uno se vende, no sé si eso es bueno o malo, pero me mantiene con insertir

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de humbre.

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Mi mamá siempre dice que hay cosas que no deben tocarse, aunque uno no cree en ellas,

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que algunas personas como mi tía se meten con asuntos por llamarle de alguna manera,

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que no entienden por completo, y que muchas veces de los demás terminamos pagando las consecuencias. La primera vez que mi abuelo me contó lo que ahora estoy a punto de compartirles fue en la sala de su casa, con una taza de café que se le enfriaba en la mano. Recuerdo muy bien esas tardes calladas cuando se alcanzaba a escuchar el ruido del mar. Y vuelo a ver vivido de joven en otro pueblo costero, muy parecido al nuestro de hecho. No voy a decir el nombre, no porque no quiere que la gente de lugar se averguense. Ellos están vivido con estos relatos toda la vida. Simplemente siento que no le añade nada la historia. Era un lugar de esos donde las casas están lejadas unas de las otras, donde la abrisa siempre huele a sal y se mezcla con el olor a gasolina de los pequeños botes que salen todos los días a pescar. Un pueblo donde todos quieren saber todo de los demás, pero de verdad nadie se mete nada. Allá, cada quien con suyo, desea me abuelo. Y cuando decían los suyos se referían a todo, a los platos, a los amores, a las teudas, a las vergüensas, y también esas cosas en las que ahora pensaríamos que hay una obligación de intervenir. En ese pueblo vivió un hombre al que no le gustaba que nadie se acercara a su casa.

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Nadie sabía de dónde venía. Un día pareció con su mujer, su esposa, y se sentaron en una casita al final de una calle de tierra que desembocaba en la playa. Vivieron por 12 años ahí. La casera pobre, comparez de madera y un techito de lámina. la gente le daba por decir que era una casa triste, no porque estuviera abandonada sino porque deberas tener una tristeza pegada. No sé cómo explicarlos sin que suena exageración, pero mi abuelo lo decía así. Hace visto como hay casas que te invitan a sentarte afuera, a visitarlas. También hay otras que te piden que pases de largo, este era de las secundas, cuando pasaba cerca en lo único en que pensaba ser un alejarte de ahí. A la esposa se le veía muy poco, al principio salía a tender ropa, la ropa negra de los dos, se quedaba mirando ratos y almari se metía, pero después ya casi no salía, Y luego, a alguien dijo que le habían visto en una silla de rueda centro del patio, bajo una sombra que el hombre le había hecho con unas viejas. Parecía que tenía una enfermedad en la piel, sus esposos siempre la cubría del sol directo. A veces hasta le ponió una tele en la cara y en las manos, se villé desde lejos que la señora cada vez estaba más mal. Uno sabe cuando alguien se va a morir y ella llevaba muriéndose ya mucho tiempo. Algo una enfermedad grave debía tener. El señor tenía fama de Grunón. Si pasaba cerca de su casa, se se decoría voltearse adentro, debía directamente., cruzaba los brazos o así a su trabajo más

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lento, pero sin quitarte el lojo de encima, no más como para que entendieras. Nadie quiere empleo como vecino así, y como no es el lugar a cada quien cuida su lugarcito, su corral, su red, sus animales, el asunto quedó en que no había que acercarse y ya no por miedo si no por respeto

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decía a los viejos

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aunque la verdad lo que había era miedo. Mucho miedo que no entendían por qué. Por esos días fue que empezaron los gritos. Duran gritos de pleito de pelea. De esos que traen insultos y portazos y platos rotos e anglitos de mujer, largos, como de alguien que se quejaba de dolor. La primera vez que los oyeron fue una noche de mucho, mucho calor, me abuelo y otros muchachos estaban sentados en la playa cuando el sonido llegó por encima del mar. Ese primera noche no todos aceptaron a ver escuchado, según algunos no habían oído nada, pero nadie se acercó a la casa del viejo, todos se fueron por el camino largo para regresar al pueblo. Después se volvió a costumbre, pasaban unos días a veces semanas y en la madrugada, cuando el ruido del pueblo se apagaba por completo, volvían los gritos.

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Un vecino que vivía en una de las casas más cercanas a la del viejo juraba que escuchaba como una mujer decía, ya como viviendo que algo acabara, otro decía que no, que es un invento, que lo que se escuchaba era nada más una queja, una especie de ay! Y así cada quien con su versión se va a dormir, y al día siguiente a pescar, arreglar redes, a la escuela, a lo que tocará, pero nadie cruzaba ya por enfrente de esa casa, empezaron los rumores, que el hombre no dejaba salir a la esposa, que no la quería llevar el médico porque teme aquel y su casa se quedaran sin la poca ayuda que le estaban, que en las tardes le sacaba un ratito para creer a la aire, que por eso se veía la silla, que se la pasaba reclamandole a Dios y a los santos por lo que les había pasado. suscuraban que todo era mentira, que la mujer estaba bien, que lo que se escuchabaron las rachas del viento que traía el mar.

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Entra la... había pasado. Otros curaban que todo era mentira, que la mujer estaba bien, que lo que se escuchaba en las rachas del viento que traía el mar. Entre la gente pobre se aprenden a complicarse lo que ya de por si es complicado, y la regla de ese pueblo como en muchos era simple. Si la casa no estuya, no te metas. Nadie toca, nadie pregunta.

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Así pasaron meses, mi abuelo consiguió trabajo ayudando un señor que sole a pescar de matrucada.

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La mediodía cuando el sol quemaba más se echaba una asista corte y después iba a comprar

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tortillas.

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El rumor ya casi se perdía, la gente que los llegaba a escuchar ya había aprendido

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a creorarlo. Algunos se cambiaron de ruta para nunca pasar frente a la casa, pero otros por morbo empezaron a hacerlo más, no más saber qué veían. Una mañana el señor de esa casa se desmayó. Fue en el mercado. Lo hubieron tambalearse de pronto, decir algo que nadie alcanzó a escuchar y se cayó. Lo cargaron hasta llevar una sombra. Una señora le echó a hubo en la frente, un hombre le quiso abrir la boca con una cuchara como si fueran convulsiones, aunque no lo eran. ¿Hay que avisarla a su esposa? Dijo alguna señora Chismosa, casi como si por fin tuvieran un pretexto para ir a verla. Mi abuelo fue con esa señora y con otros señor del mercado. Caminaron rápido por las calles de tierra hasta llegar. Tocaron a la puerta de lámina quedaba la calle, antes del patio. Buenas. Y toda la señora de esa fuera. Oiga, si esoso continuó mi abuelo también le gritó pero nadie contestó entrar el patio lea humedad abajo de la techumbra de la una vieron la silla de ruedas le daba el sol pero la señora está cubierta de los pies a la cabeza. Señor, dijo mi abuelo, y dio un paso hacia ella. Pero tampoco respondió. Señor, su esposo se sintió mal, insistió la chismose con las puntas de los sesos tomó la orilla de la manta. Lajaló. Mi abuelo nunca contaba detalles que lo hicieran falta, pero aquí si se detenía. De dijo que lo primero que vieron fueron unas manos, porque si estaba acomodada, con las manos sobre el regazo y que parecían de madera. No eran huesos pelunes, no era eso, aclaraba. Era el hueso pegado, pero aun cubierto de piel. Yo no se avénece entonces lo que era una mómia. Pero eso era un cuerpo mumificado. Después vieron la cara. Tenía como pegada en la boca una especie de tela que antes, tal vez, había sido un painuelo. No le afuerte, no leía muerto reciente. Olía como una casa encerrada, la tierra, a trapo viejo, mi abuelo decía que parecía que tenía años así. Salieron de espacio de ahí, como si te miran que con un paso brusco fueran esas era que el cuerpo, no hicieron escándalo. Llegaron al mercado, el hombre que ya había reaccionado se iba a apalió. Lo subieron a la que maneta de un vecino que tenía permiso para sacar gente a la carretera, rumbo a la capital. No era una ambulancia, no había pero, así le usaban. Mi abuelo dijo que el hombre no hizo preguntas, nada más se dejó llevar sin saber a donde, como alguien que por fin se cansó o como si quisiera escapar del pueblo. Lo interna el Unimón Hospital Psiquiátrico, eso dijeron después, la casa quedó sola. La noticia, si se puede llamar noticia, corrió bajitos, en gritos, entre los puestos de pescado, unos patios, en la fila de la panadería. La señora estaba muerta, ya tenía años así, y entonces ¿qué engritaba? Esa pregunta en nadie la contestó. Los primeros días con la casa vacía, en el pueblo pusieron atención a la noche, era natural, había una curiosidad fuerte, ¡Lativa, las ganes de que los gritos pararan, y la casa durante dos noches estuvo en silencio, pero luego volvieron, mi abuelo se escuchó clarito, dijo que no eran más fuertes ni más débiles que antes, eran los mismos, no tenían palabras, no tenían insultos, no tenían nombres. Era una queja larga, una voz de mujer que salía de una casa donde ya todos habían, no había nadie. Hubo quienes dijieron que era un gato más bien, o que era el viento, o que era una broma de muchachos. Hubo quienes de plano recogieron sus cosas y se mudaron

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con parientes por unas semanas, al menos las dos familias que vivían acerca de ahí. Y en una de esas noches, el padrino de Me vuelo, un hombre de carácter fuerte, fue el que se animó a ir y revisar, a abrir la casa, a ver qué es lo que se llegan generando que el grito cada noche. Cuando la policía había ido por el cuerpo, lo único que dijo era que la

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