Este episodio es especial. Lo es porque voy a empezar hablando de mí. No hay ninguna

vineta clínica, ninguna historia. O sí, es la mía personal y profesional.

Más o menos para esta fecha, pero un año atrás, sentía que estaba desbordada de trabajo,

agotada. Sentía que el rey de hoy me corría, me apuraba. Si pienso en ese momento todavía puedo

escuchar el TikTok de los segundos sumando en mi cabeza.

Tengo que generar contenido para las redes.

Tengo que escribir un podcast todas las semanas, grabarlo, que la locución sea buena.

No vaya a hacer cosa que te comas algunas SS o pronuncias una palabra mal. Y además tengo que responder los miles de emails que me llegan,

¿cómo voy a dejar algún mail sin responder? ¿Qué van a pensar que no me importa?

Y además tengo que responder los mensajes a mi equipo de trabajo.

¿Cómo van a avanzar si soy su gran cuello de botella?

Estoy trabando todo.

En aquel momento había migrado de país para vivir en un lugar que me apasiona y

aunque físicamente estaba ahí, mentalmente estaba tan agotada que no podía realmente apreciar

la aquí ahora. Nunca pude tomar medidas centeros o medios días para disfrutar de la playa que tenía

a dos cuadras. Además, mi creatividad de dos meses había caído empicada.

Me costaba sentarme investigar algo que antes amaba con todo mi ser.

No había manera de disfrutarlo.

Y no solamente eso, sino que avanzar al ritmo que me exigía la rutina

me daba mucha ansiedad.

Una ansiedad sutil, si se quiere, pero constante.

Tienes que mostrar guiones novedosos, cautivantes,

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