¿Qué es mi equipo que no está mal?

Uno de otra vez.

Hace algún tiempo atrás, alguien vino a pedirme algunos consejos y ni siquiera podía

mirarme a los ojos.

Así que recuerdo que le dije, mira, no tienes que contarme nada acerca de tu vida,

pero me gustaría contarte un poco acerca de la mía.

Y dicho esto, le comenté que hay ocasiones en que Dios vive muy cerca del suelo.

O por lo menos uno lo siente así metafóricamente pegadito a aquellos que están rotos.

Y finalmente, al sosudista terminó llorando y ahí sí contó lo que lo ocurría.

Y yo pensaba, no es coincidencia que Dios haya puesto los acrimales en nuestros ojos,

que el dolor debe y merece ser visto.

La cicatriz es, como digo, siempre tiene una belleza especial, como suelo decir que no

tiene ninguna herida, significa que no ha peleado nunca una batalla de las buenas.

Las serías de la vida son una placa de honor, ¿no?

Las serías nos muestran o muestran que no te retiraste, muestran que no te rendiste.

Y los que estamos heridos, que somos todos, necesitamos romper el hábito de usar a Dios

como una morcina para dormecer el dolor, o lo que es peor venir y ir a la iglesia para

dormecer el dolor como un apósito, como una venda.

Porque cuanto más mediquemos los síntomas, menos posibilidades tendremos que Dios no sane

interiormente.

Entonces, podemos construir todas las iglesias que querramos equipar con la más alta

tecnología y multimedia, pero si la gente no encuentra sanidad dentro de nuestras paredes

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