Esa es la vivamiento de la calle Broadway, arriba se aplauso, tiene que escucharse hasta

Chile, hasta Argentina, Alaska, Canadá, hasta Europa, España, bendito eres. ¿Cómo están de verdad bien?

Recién hablamos porque esta conexión es después que pasa la avanza, después que pasa la duración,

después de la sorpresa que tenemos acá y siempre se transmitan todo, pero hay cosas que son para

la casa, hay cosas que se disfrutan aquí, que tienen que haber con la experiencia, así que

tienes que hacer planes para venir a conocernos algún día, mientras tanto recibimos el mensaje de Dios.

Estamos listos para lo que Dios nos va a hablar, digamos, a men, muy bien. Yo creo que te he contado

una infinidad de veces que estuve la providencia de Dios, de servir a Dios, de servirlo, desde que tenía

unos 19 años, mal con muchos errores, por supuesto, cuando uno es bastante mocoso e inmaduro,

mete la pata, pero comence a predicar por providencia divina de esa edad, como digo siempre con muchos

errores teológicos, todavía lo tengo, pero ahí lo tenía más, más de una vez insisto, puse a

Moisés dentro de la arca, le prendí una salsa noé, un burro, lo trago a Jonas, se me mezclaron los

animales los profetas, pero pese, y nunca más me detuve hasta la fecha, y yo realmente me sentía un

consentido de Dios en aquel entonces, sentía que el favor de Dios estaba sobre mi vida, que estaba

sobre todo lo que yo tocaba, tenía la sensación de que nada ni nadie podía detenerme, me sentía de un

modo invencible, me sentía talentoso, teáfano, multifacético, me sentía que podía hacer cualquier

cosa y que Dios siempre me iba a venderse, para cuando tenía unos 23 años me había acostumbrado

mucho a escuchar a la gente de decirme cuánto Dios me usaba y empecé a prestar la atención a esos

celogios y a esos halagos, vengo de una estima muy dañada, de un hogar que no apunta lo para

sanar mi sentimiento, mi estima y entonces los primeros halagos que llegan con el ministerio

reconozco que me hacían bien, pero era un, comencé a esperarlos, comencé a ansiarlos, entonces la

gente se me acercaba, me decía, hay que talentoso, pero puede hacer de todo, qué cléctico, qué

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