Muy bien. Desde hace casi dos meses, no sólo aquí creo que en gran parte del mundo, como cada año, otra vez nos vimos invadidos por arbolitos, elfos, compras compulsivas.

Estacionamientos colapsados, trineos, muchísimos antaclos, algunos muy luqueados, muy bonitos, otros deprimentes.

Y las mayoría de las tarjetas navideñas representan paisajes de aldeas cubiertas de nieve, chimeneas sumiantes, familias felices, con pillamas rojos, desembolviendo regalos.

Las pocas tarjetas que uno encuentra en cualquier tienda, por lo menos aquí en Estados Unidos religiosas, representan el pcbre y muestran una sagrada familia muy serena, con aburiólas sobre la cabeza, muy niñas, diáfanas.

Y luego en el interior de las tarjetas se utilizan palabras corriales como deseos de amor, buena voluntad, alegría, felicidad, afecto.

Supongo que es bueno, digo que honremos el natalicio sagrado, con sentimientos corriales, con buenos deseos, se supone que eso es lo que nos produce la navidad.

Y yo no me voy a meter en esas discusiones fossilizadas y estériles acerca de la fecha, esa acta de cuando Nació Jesús que dice Nació para septiembre, no para mayo, es el distinto, no viene al caso, es irrelevante.

O sea armada, el arbolito, es pagano, no es pagano. Y mucho menos voy a invertir el hermoso tiempo que vosotros me estáis dispensando para hablar del recordete de traje rojo y de barba blanca,

creada por la agencia de publicidad que contrató Coca-Cola allá por 1931, o sea tal como lo conocemos al gordo,

es gracias a la fábrica de refrescos, en 1931, antes no existía.

No obstante, cuando vamos al relato bíblico y austero de la primera navidad vemos una historia muy diferente, que es espíritu navideño, Hollywoodense, que consumimos,

con villancicos, con trineos, con nieve, con calcetines sobre la chimenea, con regalos, con campanadas, que no está mal.

Pero cuando uno va a la esencia de la navidad, nos damos cuenta que celebramos una navidad blanda si solo nos quedamos con eso.

Una celebrada, una navidad mercantilista, domésticada, excenta de cualquier indicio de escándalo, una navidad bonita, y está bien.

Pero no está bien si eso es solo lo que creemos que es la navidad, porque siempre, por sobre todas las cosas, eliminamos cualquier recordatorio del relato que comenzó en Belém,

y que culminó 33 años después en el calvario. De hecho, las tarjetas religiosas muestran a una maría, en calma, inocua, pura santa, que recibe las buenas de la anunciación como una especie de bendición,

pero no es así como Lucas, el Evangelista narra la historia. Lucas dice que cuando María se entera, que está embarazada, se siente turbada, con mucho miedo.

Primero, porque si le aparece un ángel, y lo primero que se puso a pensar fue algo pueril, algo mundano, dijo, pero sí soy ni el gen, como voy a estar embarazada.

Yo me acuerdo que en la iglesia donde creci, había una joven soltera, que un domingo pasó al frente a hablar del pecado que ya todos conocíamos,

porque todavía hemos visto a su y peractivo hijo corriendo por los pasillos del templo, se llamaba Malia, y ella había decidido andar o transitar la senda de crear a su hijo sola, luego que el papá del niño los abandonara los dos,

a ella y al niño, y además nunca se casara con ella, entonces el pecado de Amalia entre comillas no era peor que muchos otros, pero tenía consecuencias evidente, visible, ahí andaba el pecado caminando,

estoy hablando en término metafórico, obviamente pobre niño, ¿no? Claro, pero esa no podía ocultar como aquel que confiesa algo y después se renueva la gente de la congregación y ya nadie más sabe lo que él confesó, ¿no?

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