Hola, hola, cómo están?

Bueno, les cuento que vi vengo a este espacio de psicología del desnudo

con algo un poquitito diferente, no, no es un episodio

Pensaron más bien como una nota de voz

o una audía especial para vos que estás del otro lado

Porque la verdad es que ando un poquitoso insible

Pasó la semana de los enamorados Un mar de corazón y de dulzura que no les

voy a mentir, a veces me empalago un poco, pero en el medio de tantas fotos muy lindas

de pareja, de las enamoradas y más allá de lo comercial y del marketing, la semana pasada

me dejó bastante pensando. Y entonces este fin de semana me agarró como esa cosa de querer revisar

mi baligita de los recuerdos. Y apareció algo que me sorprendió. Y mientras lo tenía en las manos,

no pude dejar de relacionarlo con todo lo que venimos trabajando en esta nueva edición del taller

de apego. Pero bueno, sin tanto preambuloteconto. Entre

esas cosas viejas encontré una carta. Una carta que escribi hace muchos años, una carta

que la persona aquí en ser escribi nunca le yo. Fue más o menos así. Yo estaba en una

relación sexo afectiva donde pasé mucho tiempo esperando algo que nunca

llegó, no llegaba. Yo creía que si le demostraba lo suficiente, cuánto amaba esa persona,

en algún momento se iba a dar cuenta que me iba a mirar a los ojos y me iba a decir,

gracias por todo este amor que siempre me demostraras, te valo un montón, algo así medio película romántica, quizás.

Pero eso nunca pasó.

Yo me conformaba con milajas.

Y cuando sentía que no me daba lo que necesitaba, me angustiaba o me enojaba, a veces

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