No soy viajero, soy aventurero. En el viaje de la vida no soy turista. No vine a ver lo que otros me dijeron que debía ver.

Vino a leer y a comer como yo quise, no como dice el tour. Yo soy el imán de mi propia brujo en la vida.

Viajo con poco en las manos y con mucho en el corazón. No cargo nada porque todo lo que necesito lo llevo dentro de mí.

Dejo sin importar el destino. Ya que buscar el destino no es viajar, es solo desplazarse. Me gustan esos viajes que no suceden nada de lo previsto.

Nada de lo que deseábamos y mucho menos nada de lo que creíamos. Me gusta viajar y perder de vista la orilla y el suelo aún más.

Cuando viajo, no aprendo de lugar. El lugar me hace aprender de mí. Siempre he tenido la adicción de viajar al principio, lo hice por necesidad, logo por curiosidad y por deseos de conquista.

Actualmente mi hermoso trabajo me tiene viajando pero jamás me permito perder el carácter lúdico.

Siempre me ha gustado hacer la visita que llega a mi propia casa. Me gusta el link que tuve que me genera irme la melancolía que me da al regresar.

Viajarme enseñado que todos debemos partir un día. Pero ¿qué es viajar? Tú y yo tenemos un destino y una razón distinta.

Y cada tiempo de nuestra vida tiene su modalidad. No se viaje igual a los 15 a los 20 a los 30 que a los en cuenta.

Para viajar no es necesario recorrer 2.000 kilómetros. Se viaje incluso por tu calle, colonia, ciudad, estado.

Es solo cuestión de cambiar de ojos y activar la mirada de viajero. Pero observar el entorno con una nueva perspectiva, con una nueva capacidad de asombro.

Cerrando los ojos se puede viajar a los lugares más deserticos y tormentosos de la mente y el alma.

Os pedarse como un extraño y observar por la regilla del corazón y ver como nuestros pensamientos copulan el río.

Cuando tu entorno se vuelve común y siempre estamos hablando el mismo idioma, viendo, haciendo, yendo, comiendo lo mismo.

Corremos el riesgo de dormirnos en la inercia de la vida y que todo se vuelva mecánico.

Afortunadamente, decidí escuchar la voz que pedía más aventuras y experiencias. Me gusta viajar comiendo en banquetas y en banquetes.

Viajar mata el ignorancia y te desprende de la mediocridad, porque donde tienes tus pensamientos, tienes tus pasos.

Muchos dicen, ya viajaré, ya iré y viven una vida planeando esperando el momento indicado para ir, para hacer, para caminar, correr y volar.

Acomulan un listado de pretextos, no tengo dinero, no tengo con quién ir y olvidan que lo que ya no regresa es el tiempo.

El tiempo no va alegoro, el tiempo no tiene precio. Si fuera así, tu vida sería barata y algún millonario podría ser tu un cheque por cada segundo que respiras.

Cuanto pagarías por un minuto de vida, no te alcanza ni a ti, ni a nadie.

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