No me asustas en un escándalo, de hecho me asustaría quedarme en modo frente a lo que quiero cambiarme,

explico. A veces queridos honrar la verdad, te va a convertir en un traidor a los ojos de los

que quieren vivir en una mentira, porque soy un recuerdo incómodo de lo que muchos saben,

pero prefieren callar para no sacudir la falsa paz. Yo ya me cansé de pedir permiso para ser yo, de disculparme o de fingir comodidad

en un lugar en donde sé que mis sueños no caben.

Y si por eso me van a llamar difícil, porque no les creo sus bendiciones condicionadas

ni esos afectos con letra chiquita, lo siento, no soy ningún revolucionario, eh.

Tampoco soy un gran pensador, no, no, no, no.

Lo único que sí soy, es una oveja negra.

La oveja negra no es la que está perdida.

Es la que ya no se deja pastoriar por el miedo.

Salá que se cansó de comer de ese pasto que enferma.

No, yo busco alimento en donde hay verdad.

¿Y qué creen, cridos allá en lo bajo? Ahí fue donde me encontré con uno

que no conté en el que se fue, sino que se lebra al que regresa con las manos limpias y con el

corazón lleno de preguntas. Queridos, Dios no teme a las odejas negras. De hecho, con ellas,

armas sus revoluciones, con ellas, rompe las relas, con ellas y inaugura caminos en donde antes solamente habías

senderos vacíos porque Dios no teme a las ovejas negras, a veces él las envía,

estas zonas que abren las grietas en los templos huecos, son las que

prenden fuego a la tradición para regresar al espíritu, los que se atreven a

preguntar y si el amor se les havido en el camino, así que sí,

sólo beja negra en la que no regresó para encajar, sino para encender la mecha de algo nuevo.

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