¡Adiós! Y...

La compañía de los siménicos dos, exapaluca. Ahí está, Esther. ¿Cómo está Esther? ¿Verdote oches de menina?

Buenas noches y desenciados. Y buenas noches a todos.

Muy bien. Gracias, vea noches.

Es un placer para mí estar en su porgio.

No, al contrario, muchas gracias a usted. Buenas compañías.

Gracias,

de sencilla. Pues miren, me ven la tuza el siguiente, esto me sucedió hace aproximadamente

dos años en abril. Pues fue una noche en que, de que yo tarde, digamos, una fiesta y los

teros en esta ocasión la graban y aunque aban mucho. muchos, pero pues no nos tomamos en cuenta. Lo que yo

escuché es un señor de orden a cuatro cuáles de las mañana y pues yo desperté porque se

me da dos mil un brazo y de desperté completamente no puedo decirles que estaba yo a dos ni nada

porque si estaba completamente en mi cinco sentidos. Entonces escuchar yo como un

huido lejando pero de momento sí escuchando que se iba a acercando y puse yo atención. A lo que

decía primero dije pues si querés que se iba a huir ese tero pero con su lo que iba a ser cando y bailó, pues tratando de escuchar, porque ya, pues el audio ya no, pues estaba como un guido, sino como un grito.

Entonces, percibí que con por lo que iba a ser cando era un grito de mujeres,

la verdad era bastante, pues, la primero, no hubaba como como miente la gente dice, ¡Ay mis hijos!

Esí vetaba mis hijos, pero no hay.

Como cuentan varias personas,

si se escuchaba, yo lo escuchaba de repente el lejo,

en el presente lo escuchaba más de esta,

pero la verdad era, pues muy feo.

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