Siempre leo a un Jesús que desafía, el desafiante, el Jesús que va, que viene, que

sube abarcas, que baja montes, que entra en casas, que sale de templos, que hablen

las calles en las plazas. Un Jesús que limpia, pero que también sana. Un Jesús que

no se esperaba mañana, siempre leo un Jesús activo, apasionado, enfocado, dispuesto, ordenado,

positivo, motivando a otros. Un Jesús que tiene marcado en mapa y en él, una ruta muy clara,

jamás leí un Jesús esperando, un Jesús mudo, gris, estáticos, inacción, y mucho menos

peresoso. Me encanta recordar a la hija de Cairo. ¿Cómo Cairo le dijo el problema, Jesús?

Traparte le pidió que viniera. Le dijo que creía necesitar y lo declaró en fe. Queridos,

hay una fe, una fe de resurrección que solamente existe aún después de la muerte cuando

tú hablas, como si todo estuviera vivo. Hay un orden para activarla, pero lo más increíble

de este versículo es que mientras Jesús caminaba hacia la hija de Cairo, hizo otro milagro

mientras que solamente pasaba. La mujer del manto nos muestra otro tipo de fe. Fue, habló

ella en silencio, hizo, creyó mientras que accionaba. Cuando Jesús piensa, camina, habla o se mueve,

milagro suceden en un momento o a centímetros o a distancias incalculables. Él es el duño

del tiempo y del espacio. Así que tú no te limites, ve más allá. ¿Por qué Jesús logró tanto

en una época tan llena de odio y enojo, fue porque nunca se quedó en una sinagoga. Muchos no

hubieran sabido nada de él si no hubiera ido y cruzado. Nunca se quedó estático, queridos,

vayamos más allá de nuestras propias competencias. Necesitamos buscar incentivos en el alma que nos

empujen a ir más allá de lo que nuestros talentos o dones nos delimitan. Seamos como él y si

hoy estás viviendo, cayando a las voces en tu cabeza que te gritan no puedes aplástelas y cae a las

con las promesas de Dios, pero deja de culpar a Dios. ¿Cuál pasa a Dios de la vida que tienes,

pero tampoco sabes la vida que quieres? Decí de te ya. No hay tiempo que esperar. Dios está en

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