Y yo quisiera comenzar este mensaje, contándote una pequeña historia, que no es un

cuento, ni una fábula, a su vez esta historia se la contó un amigo de entregarríos provínseo

de la República Argentina a Mamerto Menapase, un monje benedictino que es autor de muchos libros,

admiro profundamente, además de hacer un sacerdote católico muy querido, un amigo se

lo cuenta él, y él también lo suele relatar cuando suele hacer su giro, a sus visitas,

digo, menapase. Esto le supo suceder a este amigo insisto de este monje, allá por los tiempos

en que era chamacito, en mi país se dice, hurí, lagurizada, salíse a los niños, los

chamacitos, los chavos. Y todavía vivía su padre al que le decía el Tata. Y una mañana

este chico cancio escuchó que su tata lo llamaba, para allá fue y se puso a las órdenes,

andaba preocupado con algo urgente que encomendarle su padre, porque sin darle ninguna explicación

de ordenó que preparara el caballo, que lo ensayara, a fin de pegarse un galope hasta

la casa de un pariente al que tenía que llevarlo un mensaje. Cancio era pequeño, entonces

no podía subir al caballo, tenía que recurrir a esas consabidas tretas que tienen todos los

niños de arrimar el caballo a la tranquila o al ambrado para poder subir. Pero esta vez

su padre, su tata le dijo que no se preocupe porque le iba a ayudar a montar. Y sin explicaciones,

el tata le levantó la camisita al psiquito y le añudó por debajo de la ropa un pañuelo

doblado cuidadosamente que a juzgar por el bulto se ve que contenía una carta, una misiva y

algo más. Las órdenes que acompañaron en el gesto fueron breves y perentorias. Le dijo,

no te entretengas en el camino, no te quedes a conversar con nadie, andad la casa del tío y

dale esto. Y me traé lo que él te ponga a su vez en el pañuelo. Y allá fue y a llegar a la casa

del tío, este lo esperaba impaciente, señal de que ya estaba de sobreaviso, que ya sabía el

motivo de la misión del chiquito. Si muchas preguntas se bajó del caballo, le levantó la camisita,

...