Tento de alguna otra parte, la llama no se apaga, es un brillo que no se

le tiene, el ánega por fin es la casa, el rey ya venido a morar, el návio también

la casa y por la vez, viva gent, es un brillo que no se le tiene, el ánega más

yo había leído hace muchos años que en los primeros siglos, en los primeros años

del siglo pasado, un psicólogo ruso llamado Iban Pavlov y esos ciertos experimentos que

le valieron en el premio Nobel y Iván Pavlov se alzó con el Nobel después de varios experimentos

todos muy atípicos, muy por ciertos singulares, ustedes saben que los perros, los que hemos

tenido mascotas o tenemos, se gregan saliva de manera natural cuando vuelen la comida, cuando

escuchan los platos, ellos se gregan saliva, no solo cuando están sudando sino cuando desean

comer, este Pavlov condicionó a un grupo de perros dentro de su experimento con una campana a

la hora de alimentarlos, entonces sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, los perros

salivaban, sino leer comida, sin escuchar ruidos de cubiertos o de platos, simplemente la campana

hacia que ellos pudieran salivar y el título a este experimento se llamó reflejo condicionado,

o sea, los perros tienen un reflejo condicionado a, en este caso, la campana, es cierto grado a partir

de lo que te científico descubre con las mascotas, todos los seres humanos somos un poco Pavlovianos,

todos tenemos reflejos condicionados que no nos damos cuenta, algunos se convierten en

importantes rasgos de nuestras personalidad, como el de sonrojarse, por ejemplo, gente que

se son rojas cuando escucha una palabra o cuando le hablan de amor, otros hábitos o otros

reflejos son tan destructivos, perdón como el bebé, el tomar al col para ogar las penas,

la cosa que sean grandes, sus pequeños inofensivos o dañinos, estamos mucho más condicionados

de los que creemos y gran parte de lo que le hacemos o de la manera en que nos comportamos en

la vida o de la manera que respondemos tienen que ver con esos reflejos, pero ahora dejemos los

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