¡Vamos a ver, vamos a ver, vamos a ver, vamos a ver, vamos a ver, vamos a ver, vamos a ver, vamos a ver, vamos a ver, vamos a ver, vamos a ver, vamos a ver, vamos a ver, vamos a ver, vamos a ver, vamos a ver, vamos a ver, vamos a ver, vamos a ver, vamos a ver, vamos a ver, vamos a ver, vamos a ver, vamos a ver, vamos a ver bar, una suerte de antro, que había cerca de la iglesia, que solía atraer a muchos borrachines

y que eran mal ejemplos para el barrio.

Entonces todos se unieron en una cadena de oración rogándole a Dios, que hiciera cerrar o desaparecer

ese espantoso bar de la cuadra.

Y algunas semanas más tardes,

durante una tormenta eléctrica,

un rayo cae sobre el bar y lo incendia

por completo de extrucción total.

Entonces, el dueño del bar que se había enterado

de la cadena de oración promovida por el pastor del barrio

presentó una demanda judicial contra el Iglesi contra el pastor.

Y cuando llega el día de la primera audiencia, el dueño argumentó ante el juez

que por culpa de la oración de los creyentes Dios le había destruido su bar su fuente de ingresos

y por eso le exigía la iglesia una compensación monetaria, millonaria y a su vez el pastor

asustado ante el juez rechazó las acusaciones y dijo sí es cierto que la iglesia oró,

pero también afirmo que ninguno de la congregación esperábamos que realmente Dios hiciera algo.

El juez arreclinó en el sillon, entre atuldido y perplejo, y se no puedo creer lo que estoy oyendo.

Delante de mí tengo, aún el duño de un bar inconversoso que cree en el poder de la oración

y un pastor que cree que su oración no hizo un cuerno.

Bueno, era obvio que tanto el pastor como su congregación creía en Dios,

pero no tanto, pues sí que bruto.

No tanto como para que Dios le respondiera una oración, creía que era yampeo no patanto, no cierto.

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