Te voy a contar una historia.

Había una vez un príncipe que no conocía el hambre, el fracaso, la enfermedad, la falta

de dinero.

Desde muy chico su padre puso tanto empeño en protegerlo de cualquier cosa que pudiera

provocarle malestar, que lo terminó aislando por completo del mundo exterior.

Pásicamente vivía adentro de un tapper, diríamos en Argentina. Vivió encerrado

en su palacio por años, lo único que veía era riqueza y bienestar. Tenía mayor

domos que cumplían todos sus deseos creció entre algo en ese mundo color de rosas.

Un día, a sus 29 años de edad, el príncipe sintió una curiosidad irresistible por saber

qué pasaba del otro lado de las murallas.

Tomó un bolsito y sin que nadie lo hubiera salido del padacio.

Caminó por las calles, quería ver como era la vida exterior.

Fue entonces que se choco de lleno con la cruda realidad.

Aquesta que le había sido ocultada desde niño. Se

cruzó con un anciano, con un enfermo y más tarde con un hombre muerto. Imagínate la sorpresa

que eso le causó, él no sabía que existían esas cosas. Por primera vez estuvo conciencia

de que la vida puede terminar. Eso le causó terror. ¿Cómo era posible que el mundo estuviera tan seno de sufrimiento?

Él también estaba expuesto a ese destino.

Sigue caminando.

Se encontró con un hombre que vivía en completa austeridad,

despojado de todo bien material.

Y eso le voló en la cabeza.

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