Yo soy una persona muy auto-exigente.

Mi meta es que todo salga perfecto, lindo, excelente.

Tanto en mí como en las demás personas me gusta ser excelente en todo lo que hago

que las cosas salgan perfectas y que quienes me rodean también hagan las cosas de manera perfecta.

En general, estas frases son dichas contonos de orgulles de satisfacción.

Ahora yo te quiero preguntar. ¿Es la hiperexigencia, una actitud que realmente merece ser celebrada?

¿Entanto nos mueve hacia la excelencia o en realidad, solamente nos tortura

y no nos conduce a esa excelencia que promete alcanzar.

Con esta pregunta que les ha acabado de hacer,

abre Norberto Elévi, un psicolo argentino,

una temática muy interesante sobre la hiperexigencia

que me parece necesario que entendamos en profundidad.

Te voy a contar por qué la hiperexigencia no nos conduce a la excelencia que nos promete

alcanzar y que hay muchos otros modos más funcionales de alcanzar la excelencia que no

son a través de la hiperexigencia que nos tortura.

Hoy vamos a hablar de todo esto, de hiperexigencia, de excelencia, de cómo sufre quien tiene este rasgo de

manera desmedida en sí, y también vamos a ver un poco, vamos a hablar de qué hacemos

con todo esto para equilibrar este rasgo y empezar a caminar hacia el bienestar.

Soy Marina Mamaliti, psicólogo clínica, esto es psicología al desnudo, un podcast de salud mental.

La hiperexigencia no es una emoción, vamos a diferenciarla primero de una emoción.

La hiperexigencia es el nombre de una relación, es un vínculo como un vínculo se preguntarán. Sí, es el vinculo que existe dentro de cada uno de

nosotros, entre una parte exigidora y una parte exigida. Para ilustrarlo mejor vamos a pensarlos

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