El mundo te enseñó a pedir permiso para hacer, para hablar, para ocupar el espacio que

te corresponde, te dijeron que tenías que ser más, hacer más, dar más, como si tu

existencia no fuera suficiente por si misma luego, te dijeron que el amor se gana, que

tienes que mostrar tu valía y que tienes que encajar por supuesto, pero, pero eso es

una trampa. Considero que la primera batalla que no tiene que ganarse

en preno es contra los demás,

sino contra sí mismo, contra esa voz que te dicen no es suficiente,

contra las dudas que te han sembrado miles y miles de personas,

contra el miedo que te sigue paralizando,

porque la verdad es que nunca fuiste ni demasiado ni insuficiente.

Siempre fuiste exactamente lo que tenías que ser en ese momento porque así lo decidiste y

por qué eso es lo que podía estar. Bueno, o malo, lo único que tienes para eclipsar ese momento es

el siguiente minuto, no ayer, si no es el siguiente minuto. Así que por favor levantate en este momento y el

lígete a ti mismos incondiciones, sabiendo incluso que en esta imperfección también hay belleza,

proclama tu independencia, dale la soberanía de tu cuerpo, de tu mente, de tu corazón

a Dios en este momento. Es más, puedes decretar que te perteneces y que nadie más va a dictar

el valor de tu existencia más que Dios, porque si haces eso te vas a dar cuenta que

todo empieza a transformarse en tu vida, pero comienza a hacerla, comienza a ser sin pedir permiso, capíci con eso queridos.