Cuando yo era chiquito, recuerdo tener un peluche al que por alguna extraña razón

o supongo que por aquel entonces no tenía tan desarrollada mi beta creativa solo lo

bauticeco mooso y el peluche había perdido una gran cantidad de pelo se le había

caído un ojo y el relleno se le estaba saliendo y fue mi primer compañero para

dormir cuando tenía ya unos tres años dos o tres años pero no siempre fue un

peluche tuerto y desvencijado me lo había regalado mi mamá de regreso de unas

de sus incursiones al hospital cuando trataba su cáncer y el cuerpo de oso estaba

relleno de algún tipo de algodón para que se sentiera suave y se se pudiera

apretar como un oso de verdad y tanto al acostarme o para almorzar o para pasar

largas tardes de verano oso fue un gran camarada con el correo de los años cuando yo

tenía unos siete o ocho años oso ya era un desastre parecía un arapo viviente estoy

seguro que ni siquiera se lo hubiese podido regalar a nadie pero por esas razones que

tenemos cuando somos niños yo amaba ese pequeño muñeco arapiento y desvencijado y mamá

trataba de coserlo cada vez que el relleno amenazaba con salirse y producirse una

hemorraje de algodón mamá venía y lo cosía recuerdo que reemplazó su ojo

faltante con un botón similar a su otro ojo no ayudó mucho se notaba que era una

protesiz y lo quería tanto ahora que era un arapo como lo quisa en sus mejores

días cuando estaba nuevo y recuerdo que otros muñecos vinieron y como vinieron se fueron

pero oso oso era de la familia si me amabas a mí tenías que amar a oso era una

cuestión de de lealtad de ese código casi mafioso de cuando uno tiene cinco años y una

vez me estaba recordando que salimos de paseo a la casa de mis abuelos en florencio

haré la Buenos Aires y de regreso nos dimos cuenta cuando ya habíamos hecho la mitad del camino

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